Marca Málaga

Retos y oportunidades de Málaga

Imagen de Málaga desde Gibralfaro.

Imagen de Málaga desde Gibralfaro. / L. O.

Javier González de Lara

Javier González de Lara

El ejercicio 2023 está siendo intenso desde distintos puntos de vista, también sin duda como año electoral, ya que las políticas de los últimos meses están siendo marcadas por este condicionante. Y si bien los resultados electorales responden a la voluntad responsable de los ciudadanos, desde las organizaciones empresariales siempre manifestamos nuestra confianza en unas instituciones estables, que apoyen el mantenimiento y la creación de empresas.

Administraciones públicas que reconozcan el papel esencial del tejido productivo en la historia, en el presente y en el futuro de nuestro territorio, ya sea desde el punto de vista de generación de bienes y servicios como por su contribución a la generación de empleo y en suma al bienestar social. Igualmente, instituciones que reconozcan el derecho constitucional a la libertad de empresa como vehículo para la prosperidad de nuestra tierra y de las familias andaluzas y malagueñas, más allá de mensajes ideologizados y poco constructivos.

Trascendiendo a la política, las expectativas socioeconómicas actuales, tanto en nuestro entorno inmediato como a escala internacional, siguen anunciando un contexto de incertidumbre, por la inestabilidad derivada de la invasión de Ucrania y el mantenimiento de altas cotas inflacionistas, todos ellos factores interrelacionados. Y aunque las perspectivas macroeconómicas vienen mejorando ciertos índices, la verdad es que se presentan todavía meses complicados para mantener la competitividad de nuestras pymes.

Aun en este escenario complejo, Málaga destaca con luz propia como un activo fundamental e indispensable para Andalucía. Una tierra con renombre internacional como destino turístico y cultural. Una provincia líder en el sector de la logística y el transporte, en la distribución comercial, referente en el sector agroindustrial, que no para de abrir mercados exteriores, años atrás impensables. Una provincia, con un sector de la construcción que viene recuperando con prudencia su empuje y su capacidad de generación de empleo. También la Málaga tecnológica, bien posicionada en una nueva economía digital, con innumerables empresas comprometidas con las energías renovables que apuntan con firmeza al futuro. Y la Málaga azul, que mira al mar. Con un largo etcétera de sectores y subsectores que justifican nuestro dinamismo empresarial.

Son muchas las oportunidades que se abren para un territorio con estas características, pero también, no hay que olvidarlo, numerosos los retos que debemos afrontar. Tanto desde el punto de vista interno de las empresas (productividad, selección y retención del talento, innovación, internacionalización, sostenibilidad, …) como transversales y con un importante calado sobre la generación de puestos de trabajo. Y es que los datos de paro que mantenemos en la provincia son lo suficientemente elevados como para que el empleo sea una prioridad total y absoluta para todos los actores implicados en el devenir del mercado laboral.

Así, necesitamos que se impulsen la modernización y la simplificación administrativa, que se flexibilice la contratación pública, que se invierta en infraestructuras, que se apoye y potencie la industria, que se adecúe la formación de jóvenes y profesionales a las necesidades actuales del mercado laboral -una tarea en la que contamos con un valiosísimo recurso, la FP Dual-, que se siga favoreciendo la inversión en digitalización y que se continúe propiciando la internacionalización de nuestras empresas.

Armonizar e impulsar todas estas claves no es sencillo, y requiere de capacidad y voluntad para planificar, consensuar y ejecutar acciones concretas. Y, sin embargo, todas ellas son, de un modo u otro, medidas facilitadoras de la actividad económica y de la generación de empleo, que son elementos tractores del desarrollo, la innovación y la generación de riqueza.

Todo ello, sin olvidar la sostenibilidad, profundamente imbricada con todo lo anterior en sus tres vertientes (económica, social y medioambiental), como necesario elemento transformador para el futuro: debemos trenzar la sostenibilidad con la necesidad de seguir generando empleo y desarrollo, seguir ganando en competitividad y en productividad, en un marco ágil y estable para la inversión y la acción empresarial.

Precisamente este tiempo de transformaciones que vivimos, no sólo en lo tecnológico, es idóneo para apostar por ganar competitividad y hacer nuestra economía más resistente, digital, sostenible y abierta.