La vida moderna Merma

Imaginar una ciudad sólo para peatones

Las políticas de peatonalización pueden volverse excesivas e incluso poco útiles para los ciudadanos normales y corrientes

Obras de peatonalización en la calle Carretería.

Obras de peatonalización en la calle Carretería. / Álex Zea

Gonzalo León

Gonzalo León

Estamos obligados a reflexionar al respecto de un asunto que está rodando por nuestras calles más antiguas. Las de los malagueños, andaluces, españoles y europeos: la peatonalización de los centros históricos. Todos estamos de acuerdo en que nuestras ciudades merecen lucir sus mejores galas y proteger su rica historia, pero, ¿qué pasa cuando las políticas de peatonalización se ponen tan de moda que amenazan con dejarnos a todos sin posibilidad de movernos si no es a pie? Quizá sería menester echarle un ojo a este asunto.

Huelga decir que lo normal es ser un firme defensor de las calles peatonales. Pasear por una calle adoquinada -que aquí han desaparecido porque se las han cargado todas-, rodeado de arquitectura histórica -o lo que sea- y sin el estruendo de los motores es un auténtico placer. Además, es una forma maravillosa de fomentar el turismo, la cultura y el comercio local -se supone-. Pero, amigos míos, todo en exceso es malo, incluso lo bueno.

En el caso de Málaga, quizá el estudio pormenorizado de este asunto analizando el histórico nos lleva a pensar en que siempre será positivo. Ejemplos miles. Desde Alcazabilla o Larios hasta el entorno de la plaza del Obispo y Molina Lario. Menos coches, más alegría.

Pero la situación se está poniendo cada día más complicada. Y algunas situaciones como la eliminación de un carril en la avenida de Cervantes y el tunning que se está llevando a cabo en el túnel de la Alcazaba junto con la eliminación de Carretería y Álamos comienzan a atorar algunos entornos. Y cuidado con ello porque las barreras de movilidad de vehículos en ciertas ocasiones también eliminan la cercanía de los ciudadanos de estos espacios.

Imaginen una ciudad donde todas las calles son solo para peatones. Sería como vivir en un gigantesco parque temático sin acceso a los que construyen las ciudades de verdad. ¿Cómo llevaríamos las compras del supermercado? ¿O cómo trasladaríamos a la abuela al médico? Dejaríamos de necesitar coches, sí, pero también nos quedaríamos sin la posibilidad de utilizarlos incluso cuando es necesario.

Quizá sea hora de frenar un poco -nunca mejor dicho-. Estamos llegando al punto en el que las ciudades parecen competir por ver cuál de ellas puede tener más calles peatonales. Es una especie de carrera armamentista, pero con adoquines y bancos de parque. Tal vez deberíamos empezar a hacer apuestas sobre cuál será la primera ciudad en la que los únicos vehículos en la calle sean patinetes eléctricos y bicicletas -manejados en su mayoría por guiris-.

Dicho esto, no estamos proponiendo un regreso a la era del tráfico incesante y la contaminación desbocada. Pero podríamos pensar en un término medio. Por ejemplo, limitar la circulación de vehículos en horarios específicos, promover el uso de vehículos eléctricos o híbridos de esos carísimos, y mejorar el transporte público -recurso que siempre está ahí para soltarlo sin mucho más conocimiento del asunto-. No tiene por qué ser una batalla entre peatones y conductores. O sí. Pero ni unos ni otros tienen la culpa de esto.

Hablemos de la realidad: los coches seguirán siendo una parte importante de nuestras vidas durante algún tiempo. Imagina que necesitas trasladarte al aeropuerto temprano en la mañana y no puedes acceder a tu calle con tu automóvil. La bicicleta o el patinete eléctrico no son opciones ideales cuando tienes maletas que cargar. Además, ¿quién quiere llegar al trabajo sudado después de pedalear durante 30 minutos bajo el sol si vives en Cerrado de Calderón, el Puerto de la Torre o Fuente Olletas?

Las políticas de peatonalización son geniales, pero como cualquier moda, pueden volverse excesivas e incluso poco útiles para los ciudadanos normales y corrientes. Sigamos apoyando la revitalización de nuestros centros históricos, pero no perdamos de vista la necesidad de mantener un equilibrio entre el encanto peatonal y la movilidad vehicular. Después de todo, no queremos que nuestras ciudades se conviertan en museos inaccesibles para quienes necesitan desplazarse con su automóvil de vez en cuando.

Así que, mientras paseamos por las calles que un día tuvieron la belleza del adoquín de nuestras ciudades históricas, sigamos defendiendo la coexistencia pacífica de peatones y conductores. Porque, al final del día, todos estamos tratando de llegar a algún lugar, incluso si es a través de un laberinto de calles cortadas con políticas igual de impostadas que de poco útiles.

Hugo Chávez, que en paz descanse, hizo viral una escena que pasará a la historia en la que iba calle por calle señalando y gritando: ¡exprópiese! Mientras el público enloquecido aplaudía pensando que lo que allí estaba sucediendo mejoraría sus vidas de manera sobrehumana.

Pobres ilusos. Los que aplaudían aquello. Y los que ahora hacen la ola cada vez que una calle deja de tener cierta movilidad que no siempre ofrece resultados útiles. Aunque, las cosas como son, queda todo mucho más bonito… ¡Peatonalícese!

Viva Málaga.

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