360 GRADOS

Banderas azul y gualda al viento

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

Quienquiera que visite estos días la capital alemana se sorprenderá seguramente por la profusión de banderas ucranianas.

Ondean al viento banderas azul y gualda en muchos museos y edificios públicos, entre ellos el Ayuntamiento Rojo berlinés, llamado así por no por su color político sino por el del ladrillo de su fachada.

En el metro hay carteles que animan a hacer donaciones a Ucrania y si uno acude a comprar un libro en la mayor librería de la ciudad, también podrá aportar dinero a la causa ucraniana comprando una bolsa, por supuesto de tela, que el plástico está afortunadamente mal visto en este país.

En una reciente fiesta urbana celebrada junto al Meno en la ciudad de Frankfurt, además de disfrutar de las especialidades culinarias de distintos países o asistir a un espectáculo flamenco, traído expresamente de Jerez por la oficina española de turismo, uno podía también donar dinero para Ucrania.

Habían instalado allí un puesto atendido por tres jóvenes de ambos sexos, altos y rubios, que portaban camisetas en las que aparecía el nombre de su patrocinador, uno de los mayores bancos de inversión del mundo, al que el presidente ucraniano ha invitado, junto a otros grandes bancos estadounidenses, a invertir a lo grande en su país.

Mientras tanto, la prensa alemana continúa su campaña de demonización del presidente ruso, Vladimir Putin, al que presenta muchas veces como un nuevo Stalin cuando no un nuevo Hitler dispuesto a tragarse media Europa.

Y los medios, lejos de explicar los antecedentes y el contexto del conflicto o preguntarse por el sentido de continuar una guerra que sólo causa muerte y destrucción, se dedican a criticar la para ellos exasperante lentitud con la que el canciller federal, el socialdemócrata Olaf Scholz, atiende las peticiones de Kiev de nuevo armamento.

En lo que parece una inversión de los valores o una especie de «mundo al revés», del que habló el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el partido ecologista del vicecanciller y la ministra de Exteriores se muestra como el más beligerante con Rusia mientras que la ultraderecha se ha convertido paradójicamente en el partido de la paz.

Incluso Die Linke, heredero del Partido Socialista Unificado de la Alemania comunista, es mayoritariamente favorable a seguir armando a Ucrania hasta su victoria sobre Rusia, lo que amenaza con provocar una escisión protagonizada por la diputada Sahra Wagenknecht, que lleva tiempo defendiendo en vano un alto el fuego seguido de negociaciones.

El resultado de toda esa confusión es que la ultraderechista y Alternativa para Alemania, que critica que el dinero de los contribuyentes se dedique a armar y financiar a Ucrania mientras se recortan las ayudas sociales a las familias alemanas, no deja de subir en los sondeos.

En Sajonia, por ejemplo, ese partido eurófobo y antiimigración llega ya al 35 por ciento de la intención de voto, lo que le convierte en la principal formación política de ese ‘land’ del este del país actualmente gobernado por los cristianodemócratas. Y todavía hay quien se sorprende de ese ascenso.

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