Caleidoscopio

La DANA que lo arrasa todo

Julio Llamazares

Julio Llamazares

Virginia Uzal, jefa de prensa de Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda del Gobierno de España (repito: la vicepresidenta segunda del Gobierno de España), justificó en su cuenta de Twitter la reunión de su superiora con un fugitivo de la justicia española con una palabra: «Puentes». De inmediato recordé aquella canción de Simon & Garfunkel que hablaba de un puente sobre aguas turbulentas y cuyo pegadizo estribillo en inglés repetía: «Like a bridge over troubled water I will lay me down / Like a bridge over troubled water I will lay me down («Sobre un puente de aguas turbulentas voy a acostarme / Sobre un puente de aguas turbulentas voy a acostarme»).

Puestos a justificar, podemos llegar a donde queramos, otra cosa es que los demás acepten tu justificación. Y me da que esta vez la portavoz de Yolanda Díaz no encontrará muchos receptores favorables a la suya, como la actuación de la vicepresidenta difícilmente será comprendida por muchos. Ni desde el punto de vista político, ni desde el de la oportunidad, ni mucho menos desde el estético. Porque ver a una vicepresidenta del Gobierno de un Estado de derecho, esto es, sujeto a leyes y sometido a la división de los tres poderes en los que se fundamenta, bromear públicamente con un fugitivo de la justicia de su país (ya ni siquiera entro en por qué delito se le persigue) es cuando menos obsceno, sea cual sea la motivación de ese encuentro en público. Y no vale que se diga que estaba allí como líder de un partido y no como vicepresidenta del Gobierno, pues no se es miembro de un Gobierno a tiempo parcial como no se es obispo o policía o juez a ratos.

Hasta ahora tenía a Yolanda Díaz por una política inteligente, una mujer valiente y capaz de llevar a cabo políticas atrevidas sin perder la sonrisa ni las buenas formas, pero su reunión con Puigdemont en Bruselas del otro día me hace pensar que, como tantos otros políticos, la exposición continuada a la radioactividad del poder ha afectado a su discernimiento. Porque es imposible que alguien no se dé cuenta de que reunirse en público con un fugitivo buscado por la justicia es algo que le está prohibido a cualquier representante del país al que esa justicia sirve.

Veremos cosas más inauditas y, sin llegar al extremo de esta, sin duda hemos visto cosas cuya obscenidad estética (el wasap de un presidente de Gobierno al tesorero de su partido pidiéndole que se mantuviera firme cuando la prensa empezó a publicar su contabilidad secreta o las fotografías de uno de una autonomía en el yate de un narcotraficante) atentaba directamente al respeto a la dignidad de los españoles, pero esta de Yolanda Díaz es hoy por hoy la más grave por cuanto el partenaire de la vicepresidenta del Gobierno en Bruselas es un huido de la justicia española y, por lo tanto, bajo la jurisdicción de esta.

Ni la presunta buena intención (ese tender puentes del que habla la portavoz de Yolanda Díaz para contrarrestar las críticas) ni la necesidad de los votos de Puigdemont para la investidura de Pedro Sánchez (verdadera razón del encuentro en Bruselas) pueden justificar una actuación que en cualquier otro país provocaría seguramente el cese de la protagonista. Que aquí eso no suceda no significa más que la DANA particular de nuestra política está arrasando con todo, no solo con los puentes y con los diques de contención que marcan las leyes, sino hasta con el sentido común de algunos políticos que, como la vicepresidenta segunda del Gobierno, parecían muy por encima de los demás.

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