Al azar

Un golpe de Estado cívico

Matías Vallés

Matías Vallés

Salvar a España es una tentación inscrita en el patrimonio genético de los causantes de los mayores desastres de la Nación. En su papel cíclico de bombero, Aznar está tan seguro de que una amnistía es inconstitucional como de que el 11M fue ETA. Una vez que has confundido al terrorismo vasco con Al Qaeda, solo se precisa un poco de fe adicional para equiparar una negociación preelectoral a otro hundimiento del país. Esta distorsión asumible engrasa el camino hacia un golpe de Estado cívico, la feliz idea de la derecha para liberarse de las garras de un resultado electoral adverso. La principal diferencia del alzamiento español con Trump y Bolsonaro es Feijóo. Los ultraconservadores quieren reconquistar en la calle un poder esquivo en las urnas, dicho sea sin ánimo de desairar a quienes sostienen que nunca lo abandonaron.

El perdedor nato llamado Xavier Trias descubre, con los cuarenta años protocolarios de retraso, los vínculos entre el PSOE y el 23F. El tardío emparentamiento obliga a recordar que Pedro Sánchez tenía ocho años cuando Tejero invade el Congreso, por lo que ni siquiera la turbamulta de las redes asociales se atrevería a adjudicarle la complicidad en los tiempos de González/Guerra. La comparación con el clima actual remite a las tentativas previas de Armada para canalizar el levantamiento por lo civil. El golpe de Estado cívico que ahora se apadrina corre a cargo de personajes a quienes nadie adscribiría un cariz violento y que se invisten de la buena voluntad colectiva. Tratándose de España, nunca puede descartarse que un iluminado con pistola se lleve por delante estos propósitos beneméritos.

Un golpe cívico, de aterrizaje suave, dulzón, convocado precisamente porque la magnificación de Sánchez a la condición de monstruo no ha funcionado. Ante el fracaso de la cruzada para «derogar el sanchismo», se procede a la derogación del 23J, un proceso electoral reciente y todavía a falta de germinar. Ante el declive del compromiso con la comunidad, los ciudadanos ya solo se movilizan para golpear. Se arrinconan los votos y se exhiben las esencias, sin olvidar que cívico rima con cínico, una etiqueta más adecuada para los convocantes.

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