Viento fresco

Qué arte

Berlusconi compró al final de su vida miles de cuadros en las teletiendas nocturnas

Berlusconi

Berlusconi / Jose María de Loma

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Durante los tres o cuatro últimos años de su vida, a Silvio Berlusconi le dio por comprar cuadros de madrugada por teletienda. El magnate y político adquirió compulsivamente, lo contaba el otro día El País, unos 25.000 cuadros en programas de subastas televisivas, gastándose más de veinte millones de euros. Hay gente que no pinta nada en este mundo y gente que en la propina vital crea una pinacoteca. Berlusconi fue excesivo en todo. Y ahí lo imagina uno, acariciando a un gato, o a una jovencita, en batín de seda, en una gran cama redonda, contemplando una gran pantalla plana de televisión y dando sorbitos de champán mientras la presentadora muestra un Boticelli, un Caravaggio o un pintamonas del Piamonte y él va llamando, enviando mensajes, salivando, acaparando. La información dice que sus herederos no saben qué hacer con tanto cuadro. A mí se me ocurre que podrían venderlos, el arte tiene un precio, aunque también podrían fundar un museo. Sería algo ecléctico, sí, lo mismo un Tamara de Lempicka conviviendo con un Goya o vaya usted a saber si solo compró, solo vendían, mierdas de colores para epatar a millonarios, horteras o nuevos ricos. Ya se ve en una análisis psicológico de saldo que lo que a Berlusconi le gustaba era coleccionar: cuadros, cargos, partidos, jugadores de fútbol, mujeres, querellas, millones. Finalmente no pudo coleccionar más años y murió.

Hay quien deja un vacío irrellenable y quien deja una sarta de cuadros. Trascender es que te recuerden, pero a Berlusconi más que recordarlo, sus herederos lo reviven en pesadillas, dado que preferirían el cash y no esta dudosa inversión, que también es gasto, que digo yo que semejante cuadrerío hay que conservarlo y tenerlo en algún sitio. Tal vez al conocer la noticia se quedaron a cuadros.

Ahora que habían soltado lastre, dado que hace unas semanas decidieron dejar de pagar a una veintena de mujeres que recibían 2.500 euros mensuales a cambio de su silencio sobre las legendarias fiestas bunga-bunga. A lo mejor ya van considerando que da igual que hablen. Berlusconi lo único que buscaba en ellas es que le dijeran ‘qué arte tienes’.

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