Tribuna

Málaga y las migajas

Las migajas para evitar descontentos con los Latin Grammy han sido, la verdad, bastante cutres

Alejandro Sanz, durante la gala de los Latin Grammy

Alejandro Sanz, durante la gala de los Latin Grammy / Julio Muñoz

Víctor A. Gómez

Víctor A. Gómez

Fue el Ayuntamiento de Sevilla el que inició la operación por la cual los Latin Grammy se celebraron ayer en la capital autonómica. Durante la alcaldía de Antonio Muñoz (PSOE), la ciudad diseñó y ejecutó una completa estrategia para acoger diversos acontecimientos culturales de primera magnitud internacional (las galas de los Goya y los Premios del Cine Europeo, la noche de los MTV European Music Awards). Pero hacerse con los galardones musicales latinos exigía una mucho más potente inversión económica, que trascendía los límites de las arcas municipales hispalenses. La Junta de Andalucía entendió la pertinencia de la apuesta y (ya sin Muñoz como primer edil hispalense, por cierto) recogió el guante presupuestario. La factura final: más de 24 millones de euros por un acuerdo de tres años con la Academia organizadora, que comprende, naturalmente, las tres entregas de los Latin Grammy y diversas citas y conciertos a lo largo y ancho de estas temporadas.

O sea, que hablamos de un dinero andaluz, autonómico (procedente, en realidad, del Fondo Europeo de Desarrollo Regional, FEDER: eso tendría para otro artículo) que se ha empleado, al menos este año, en la promoción turística exclusiva de una sola ciudad (sí, la capital de la región). Desde que se anunció el convenio, el propio presidente andaluz, Juanma Moreno, sabiendo la que le podría caer encima, se apresuró a adelantar que la Academia organizaría diversos encuentros, conciertos y saraos en otras provincias andaluzas. Pero las migajas para evitar descontentos han sido, la verdad, bastante cutres: un concierto en Granada con artistas flamencos tan poco vistos en nuestra tierra como Carmen Linares, Omar Montes y Lola Índigo y otro en Málaga con también muchos nombres que se estrenaban entre nosotros como Mala Rodríguez, Beret y Feid (éste, al menos, era un nombre más latingrammy pero había actuado un par de meses antes en el Marenostrum de Fuengirola). Lo dicho: migajas.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ya ha solicitado formalmente que la capital de la Costa del Sol acoja alguna de las dos galas de los premios que restan del acuerdo. Pero da la sensación de que lo ha hecho por lo bajini, porque ya se ha puesto la venda antes de la herida, argumentando que la falta de un Auditorio complica mucho las opciones boqueronas. Tiene pinta de que su reivindicación va a ser cada vez más callada, hasta llegar al silencio total y de que De la Torre sí desplegaría su proverbial capacidad de insistencia si la Junta de Andalucía no estuviera gobernada por compañeros del PP.

No se trata de desenterrar el hacha de guerra en la (cansina) batalla Málaga-Sevilla por la centralidad autonómica, pero tampoco de obviar que gastarse 24 millones de euros (andaluces) en la promoción turística de una sola capital de las que componen la región andaluza supondría una operación sangrante, insultante.