Hoja de calendario

Torpedeo a la Corona

Antonio Papell

Antonio Papell

Una de las características reconocibles de la extrema derecha es su aparatoso apoyo a valores en que no cree verdaderamente. Así, dice defender con uñas y dientes la Constitución cuando rechaza y desprecia algunos de sus elementos más significativos y valiosos, y se declara fervientemente monárquica cuando lo que querría, en el mejor de los casos y siempre que no hubiera modo de traer una dictadura, es la recuperación de aquel «vivan las cadenas» que gritaban los súbditos reaccionarios de Fernando VII y la subordinación del monarca absoluto a los intereses del poder y del dinero. Lo cierto es que acaba de reanudarse, con torpedos de grueso calibre, la cacería en La Zarzuela, y ciertos sectores reaccionarios no parecen ser inocentes. Es bien evidente que determinados actores salen ahora a defender extemporáneamente al rey emérito, al mismo tiempo que critican la condescendencia del rey en ejercicio con las reglas estrictas del régimen constitucional.

Quienes rechazan el sistema juegan notoriamente a su desestabilización. Ello no es difícil porque el natural antagonismo derecha-izquierda que caracteriza a las democracias parlamentarias y que ha regido en España desde la Transición se ha convertido en una confrontación abierta en la que hace tiempo que se han sobrepasado los límites de la corrección política y de la constitucionalidad jurídica. La principal oposición, desconcertada por la negativa del pueblo soberano a instaurar un gobierno de coalición entre el PP y la extrema derecha, ha optado por considerar ilegítimo el gobierno investido. Y las fuerzas conservadoras, nerviosas porque es muy probable que la negativa frontal del electorado a aceptar a VOX en el gobierno del Estado impida durante largo tiempo la alternancia, han optado por sacar su ira a la calle y mantener la política en permanente tensión.

Una de las instituciones que encarna la estabilidad del sistema es la Corona, y también ha sido puesta en el punto de mira de los revoltosos. Felipe VI ha sido duramente criticado por designar candidato a la presidencia a Sánchez después de haber fracasado Núñez. Y también más tarde, cuando firmó su nombramiento de jefe del Ejecutivo. Muchos de los alborotadores de Ferraz que muestran su descontento por la marcha de los acontecimientos han recortado el escudo de España de las banderas rojigualdas en signo de desafección a la Monarquía. Y hay operaciones de largo alcance y paternidad vidriosa que intentan anular los esfuerzos de Felipe VI por dignificar de nuevo la Corona tras los años horribles del final del reinado de su progenitor.

Por una parte, una cadena de televisión cuya propiedad está vinculada a la extrema derecha europea ha aireado revelaciones bien pagadas de chantajes amorosos a don Juan Carlos, que reabren viejas historias. Por otro lado, un periodista caducado de la prensa rosa ha contribuido a lanzar revelaciones privadas sobre la actual reina, de comprobación imposible, que algunos consideramos verdadera violencia de género ya que se pone públicamente en tela de juicio la integridad personal de una mujer precisamente por serlo.

La lealtad a la Constitución se demuestra preservando las instituciones, por lo que salir a defender a la Corona de estos ataques de procedencia poco dudosa no es una adhesión sentimental a la monarquía sino una obligación democrática en pro de la estabilidad. El PSOE, por cierto, nunca ha dejado de ser republicano, y sin embargo ha sido el partido más leal con la Corona. Los progresistas debemos, en fin, salir a defender la Constitución y el Estado de quienes pretenden derruir los anclajes de un sistema político al que no estamos dispuestos a renunciar.

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