La señal

Los valientes están solos

Vicente Almenara

Vicente Almenara

No hay otra cosa de la que hablar, importante, quiero decir, que la no boda de Juan Ortega con Carmen Otte, lo demás son entretenimientos banales de este frío diciembre navideño. Los españoles también en este asunto estamos divididos en dos -qué sería de Machado y de nuestro corazón- y unos le defienden y otros la apoyan. Pero, aunque todavía no tenemos todos los datos, nuestra opinión está decantada como ese gran vino del otro día, Valdeginés, en Beluga, aquí en la Plaza de las Flores, seleccionado por Andrea Martos. Al fin y al cabo, ¿qué importa que estemos realmente informados?, ¿acaso lo estamos con la guerra en Ucrania y, sin embargo, no decimos quiénes son los buenos y los malos?, pues eso. A propósito, parece como si hubiera dos varas de medir, las bombas de Zelenski no causan muertos civiles y las de Putin sí. Después están los parecidos de Ucrania y Gaza, porque es bueno que se sepa que la inteligencia artificial de Plantir -que detecta objetivos militares entre civiles- está en los dos frentes y solo en uno se pone en solfa, ¿saben en cuál? Alguien nos está engañando, como siempre.

Pasa también en Ginebra. Pero si no tiene ninguna importancia la presencia de un relator internacional -¡qué palabra más bonita, progresista y fresca como un cogollo de lechuga!-, pero si hay relatores por doquier, y Julio Andrade Ruiz -potencial embajador de Naciones Unidas, D.m.- nos podría recitar una lista. Yo recuerdo, por ejemplo, al que vino a Los Asperones, Phillip Alstom, a decirnos que la pobreza allí era insoportable, como dice el Inefable de los muertos gazatíes. Y si miras bien, tienes un relator de la ONU en la barra del bar Flor, en Malagueta, para supervisar que las conversaciones sean políticamente correctas. Regreso, la montaña mágica de Montjuic dará para mucho. Lo único que me extraña es que no esté allí, en la ciudad por la que sale el Ródano, Pajarracus, el CDR repudiado por los suyos, que se hace selfis con armamento de guerra en las manos y la estelada independentista con chinchetas crucificada en la pared. Más adelante podría ser el jefe del Alto Estado Mayor de la República de Cataluña a las órdenes de Puigdemont.

Al susodicho espero que no le siga algún ignorante despeñado del último Informe Pisa, que no puede ser más desfavorable para la generación de españoles que las niñeras del establishment llaman «la más preparada de la historia». Mejor ignorantes que críticos, se dice en los think thank del Doctor No. Esto ni se lo planteaban, por supuesto, en el concierto de rock en La Invisible, que sigue abierta y en poder de los okupas, y aquí no es Aquel el culpable, solo simboliza el termómetro del cumplimiento de la ley. Pero, bueno, si el Melillero y el Cachulo están en la cárcel, ¿por qué tanto alboroto? Es verdad que el otro día un anciano se enfrentó en Málaga al atracador de su mujer, lo que le valió que el joven le pateara en el suelo, pero mejor olvidarlo.

En el almuerzo, de lo que de verdad hablamos es de por qué el PP no convoca un congreso para hablar de ideas, no puede convertirse -y ya va tomando forma- en un partido plano, chato si se quiere, tiene que definirse ideológicamente, pero no con escapismos del tipo «de centro reformista» que no significan nada ni se encuentran en manual alguno. Alberto el Magno verá. Casado no quiso. Y para terminar el menú degustación, nos enteramos de que Daniel Portero -ingeniero de Caminos, presidente de Dignidad y Justicia- pidió a la Administración datos sobre los condenados por asesinar a su padre -quien fue fiscal jefe del TSJA, Luis-, y esta información llegó al abogado habitual de los etarras, Txema Matanzas, apellido real, como ha informado un medio nacional. ¿Cómo pudo filtrarse la gestión de Portero de las instituciones penitenciarias a la red de presos? Es una pregunta que da miedo. Y eso que todavía no he terminado ‘Los valientes están solos’, de Roberto Saviano, sobre el juez Falcone y la Cosa Nostra. Tirso de Molina decía así:

Yo os prometí mi libertad querida,

no cautivaros más, ni daros pena;

pero promesa en potestad ajena,

¿cómo puede obligar a ser

cumplida?

Quien promete no amar toda la

vida

y en la ocasión la voluntad enfrena,

saque el agua del mar, sume su

arena,

los vientos pare, lo infinito mida.

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