DÉCIMA AVENIDA

Trump, Biden y el acelerador ultra

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. / EFE

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

Es año electoral en Estados Unidos, y a partir del 15 de enero, cuando el Partido Republicano celebre sus caucus en Iowa, y el 23 de enero, cuando los republicanos y el Partido Demócrata voten en sus primarias en New Hampshire, la larga carrera electoral hacia la Casa Blanca copará la agenda y el interés internacionales. A fecha de hoy -hace ya tiempo que los cisnes negros se han convertido en parte del paisaje, así que las predicciones mejor se las dejamos a Nostradamus-, la elección parece cosa de Donald Trump, que domina con mano de hierro el bando republicano, y de Joe Biden, que como suele con un presidente en busca de reelección afronta un desafío simbólico en las primarias de su partido.

Otro asunto es el mano a mano Biden-Trump. Aquellos en Europa que solo siguen la política estadounidense cada cuatro años y bajo esquemas mentales alejados de la realidad del país (el Estados Unidos que querríamos, amamos y admiramos en el Viejo Continente y no el Estados Unidos que es) se sentirán como Bill Murray en el día de la marmota. De nuevo Trump, pese a todo: las mentiras, los procesos judiciales y el intento de asalto al Capitolio de enero de 2021. O de nuevo Trump justamente gracias a ello. Al otro lado, Biden, el hombre que ganó las elecciones en 2020 porque no era Trump y que en 2024 puede perderlas porque no es Trump. En 2020, Biden se aprovechó de una heterogénea coalición que ante todo quería al magnate fuera de la Casa Blanca. Hoy, después de que hayan transcurrido cuatro años sin una política digna de ser recordada, con dos guerras que lo erosionan ante el electorado de centro-derecha (Ucrania) y ante el de centro-izquierda (Gaza), y con dudas respecto a su capacidad, física e intelectual, para afrontar cuatro años más en el Despacho Oval, Biden parece lejos de ser el líder que movilice el país ante la amenaza que supone para la democracia estadounidense el movimiento MAGA.

A veces, en esos tiempos instantáneos, en que se consumen grandes cantidades de información siempre que sean a píldoras cuanto más breves mejor, se olvida que los procesos históricos se cuecen lentamente y solo aceleran cuando encuentran un catalizador político, social o económico. Suele decirse que el siglo XXI empezó el 11 de septiembre de 2001 con los atentados de Nueva York y Washington, pero visto con 24 años de perspectiva puede construirse el caso de que el siglo empezó en el 2007, cuando se desplomaron las hipotecas subprime y estalló la burbuja inmobiliaria estadounidense, que arrastró en su caída a toda la economía mundial.

La Gran Depresión castigó a las clases medias, aumentó la desigualdad, y dio lugar al auge de la extrema derecha, y con ella al asalto en Occidente de las democracias liberales, de Estados Unidos a la Unión Europea. Como todos los procesos históricos, no es lineal ni progresivo ni obedece a una única causa. Han jugado su papel las redes sociales y la crisis de los modelos de negocio tradicionales de los medios de comunicación, el deterioro o la eliminación de consensos sociales y económicos, el auge de los nacionalismos, la desregulación de la economía y el abandono de los partidos de izquierda de su electorado tradicional entre la clase trabajadora para centrarse en las capas mejor educadas de la población y en asuntos identitarios más que económicos, como explica muy bien Thomas Piketty en ‘Capital e ideología’.

La fase en la que estamos ahora puede explicarse como una suerte de alianza entre la derecha tradicional (lo poco que queda del Partido Republicano en Estados Unidos, los partidos de raíz democristiana en Europa) y las nuevas fuerzas de extrema derecha. Ante su auge imparable, los ultras son vistos como una suerte de mal menor frente al riesgo del populismo del otro extremo del arco ideológico, el de extrema izquierda. No es nueva esta alianza.

Visto con perspectiva, el XXI está siendo el siglo de la destrucción de la arquitectura democrática liberal, tanto dentro de las democracias como en las relaciones internacionales. Más allá de la muerte de miles de personas, eso es lo que implican para la gobernanza global las guerras de Ucrania y, sobre todo, la de Gaza.

Visto así, en plena ofensiva iliberal, 2024 sopla a favor de Trump. De ser así, en caso de victoria, puede ser el catalizador que el movimiento de extrema derecha necesita para entrar en el acelerador de partículas.

Suscríbete para seguir leyendo