MIRANDO AL ABISMO

Leer

María Gaitán

María Gaitán

No recuerdo exactamente cuándo comencé a leer por mi cuenta, tal vez porque los libros siempre han formado parte de mi vida. Mi madre me leía siempre antes de dormir y mi memoria, que siempre ha sido precoz e indómita, aprendía el contenido del libro en cuestión punto por punto.

Aprendí a leer con ayuda de un profesor o de mis padres con cuatro años y con libros con letra de molde que Adelaída, mi profesora de Educación Infantil, recomendó para iniciar el proceso de leer en solitario. De aquel primer libro sólo recuerdo que tenía una ilustración de una rana con una corona. Nada más. Pero Adelaída sabía que tenía ante ella una lectora y me animaba a leer y se preocupaba por seguir mi progreso sin cuantificarlo ni medirlo. Solía preguntarme si me había gustado el libro, de qué trataba y qué iba a leer después.

Gracias a ella y a que en casa hay más libros que sitio para almacenarlos mi curiosidad por saber qué dicen los libros no paró de crecer. De las letras de molde pasé a los cómics de la mano de mi primo Juan, que se sentaba conmigo en la silla de su escritorio a leer las aventuras del superhéroe de turno. Aún hoy sigo leyendo cómics y además uso a los superhéroes para explicar los conceptos morales básicos en las aulas de secundaria. Pero aunque no los dejé atrás, de los cómics pasé a los libros de el Barco De Vapor, Manolito Gafotas, Harry Potter….

Hace mucho tiempo que fui esa niña que leía libros con letras de molde y algo me he debido perder en el camino. Ahora los niños no leen para divertirse o para aprender, ahora leen para competir. En los colegios se ha impuesto una norma que mide la lectura al peso como si leer un libro fuera igual que comprar medio kilo de chóped. Las nomas de este concurso lector son las siguientes: los libros tienen que tener una longitud determinada, no pueden tener muchos dibujos, si se lee durante las vacaciones no puntúa y los cómics solo valen medio punto.

No he estudiado pedagogía pero no me parece que esa forma de «fomentar la lectura» lo haga realmente. Los niños no van a leer. No se van a sumergir en una historia y va a sentirse un personaje más, ni van a desvelarse de madrugada, encender la lámpara de noche y leer hasta que la luz del día empiece a entrar por la ventana. No lo van a hacer porque lo único que sacan de ello es ganar una competición, ser el que más libros ha leído en su clase.

Leer no se mide en cantidad si no en calidad. En el tiempo pasado viviendo aventuras con ‘Los tres mosqueteros’, o aprendiendo las consecuencias de la indolencia y el mal uso de la libertad con ‘Tom Sawyer’. Esos ratos perdidos en otros universos son algo que tiene valor pero a lo que no conviene poner precio.