Caleidoscopio

Tractores

Para los ajenos a su actividad es más fácil entender a un japonés que a un campesino europeo y no digamos ya que a funcionario de Agricultura, ya sea de una oficina en Bruselas o de cualquier organismo agrario de la última ciudad española

Protestas de agricultores belgas.

Protestas de agricultores belgas. / EFE

Julio Llamazares

Julio Llamazares

Se sorprenden muchas personas de ver por las carreteras millares de tractores dificultando la circulación sin saber qué es lo que

. Tan es así que la ultraderecha europea se ha arrogado el papel de su principal defensora a falta de la competencia de los demás partidos políticos. Luego se sorprenden éstos de que los agricultores se hayan "ultraderechizado".

Desde hace décadas, la agricultura y la ganadería, como antes la minería, han ido perdiendo peso hasta acabar confinadas en un limbo paisajístico y social en el que la terminología ha mutado alejándolo aún más del conocimiento común de la población, que ve cómo la burocracia se ha apoderado también de algo que antes era pura transparencia. Palabras como PAC, fitosanitarios, agricultura sostenible, regulación de la producción, campañas de saneamiento o las propias siglas de los sindicatos que los representan (Cegapa, Asaja, UPA, Coag) y de los organismos reguladores de la actividad, que son docenas, han sustituido al nombre de los cultivos y de las labores que realizan en ellos en la conversación de los campesinos. Para los ajenos a su actividad es más fácil entender a un japonés que a un campesino europeo y no digamos ya que a funcionario de Agricultura, ya sea de una oficina en Bruselas o de cualquier organismo agrario de la última ciudad española. Añadámosle a ello la falta de relevancia del mundo rural, cada vez más despoblado y envejecido y, por lo tanto, más invisible a ojos de los demás ciudadanos (y aquí nunca mejor utilizada la palabra) y con escasa o nula capacidad de influencia en la vida política por su reducido número de votos y entenderemos el olvido en el que se encuentra pese a ser la despensa de todos, así como la sorpresa que provoca en muchas personas verlos manifestarse con sus tractores por las carreteras de España y de toda Europa.

¿Qué es lo que piden? Por lo que leo y escucho a ellos mismos, fundamentalmente su supervivencia (muchos sectores del campo trabajan ya "a pérdidas", según se quejan, ante la congelación de los precios de venta de sus productos y el aumento constante de los que necesitan para trabajar: abonos, piensos, semillas…), pero también la desburocratización de su actividad, que consideran cada vez más asfixiante e invasiva. Como más de una vez he escuchado a algún ganadero y agricultor, dedican más tiempo ya a "hacer papeles" que a trabajar en lo suyo. Y ello por culpa de unos políticos y de unos técnicos que, más que para ayudarles, dicen, parece que están para conseguir que abandonen.

Al final, lo que los agricultores y ganaderos reclaman es lo mismo que todos los demás: una vida digna. Porque no sólo se trata, aunque en los medios de comunicación estos días sólo se hable en términos económicos, de la rentabilidad de un sector del que dependemos todos, sino de la reivindicación del respeto y apoyo a unos trabajadores que, aparte de producir alimentos para los demás, garantizan con su presencia la vida en unos territorios que, de no ser por ellos, se habrían desertizado más de lo que ya están, con la pérdida cultural y humana que ello comporta. No obstante, uno es pesimista y recuerda las palabras de un cura zamorano, Teo Nieto, párroco de cuarenta pueblos en la frontera con Portugal y testigo directo y privilegiado, por ello, de lo que está ocurriendo en el mundo rural, en una conservación en el Museo Etnográfico de Zamora sobre despoblación: "Vivimos en un sistema capitalista y para el capitalismo el mundo rural no es rentable. Por eso desaparece". Ojalá nos equivoquemos Teo y yo.