EL MALECÓN

Xavi, un sopapo de realidad

Xavi, tan barcelonista y soñador, no tenía oídos para la Orquesta del Titanic. Prefirió regatear la cruda existencia actual con un combo de coartadas: el sol, la hierba, los horarios, las vergüenzas arbitrales y, cómo no, el llamado entorno

Xavi Hernández.

Xavi Hernández. / EFE

José Sámano

Hay mucho que valorar en Xavi. Rebosa devoción culé, fue bizarro al alistarse en el banquillo en el peor momento institucional y financiero del Barça e hizo de sonajero para que un club tan llagado levantara una Liga. Ocurre que el Barça ya no es su Barça, lo que le ha llevado a un relato confuso y tornadizo que le ha hecho “morir” de realidad. Un discurso tan pendular que hoy dice que ya en verano había concluido que se iría este 30 de junio, pero antes renovó el pasado septiembre. Un galimatías.

El entusiasta y legendario Xavi jugador nunca dio paso a un técnico realista. La entidad apenas puede sostener a un equipo que precisa un revisionismo absoluto, eso que él definía, a veces, como un conjunto “en construcción”. Pero lo mismo estaba en prefabricación como se exigía resultados con excelencia. Atributos de los tiempos del fabuloso “Pelopo” futbolista. Aunque en estos días de zozobra el 1-0 le parezca fantástico.

Llevado por cierta nostalgia de grandeza, Xavi se dio de bruces con el juego y los marcadores. Un Barça chato, ambulante, sin estadio y sin tesorería, sin Messi y sin Busquets, con un Laporta cada vez más enclaustrado en su familiar torre de marfil. Se iban por la gatera directivos y cargos deportivos (Jordi Cruyff, Mateu Alemany).

Xavi, tan barcelonista y soñador, no tenía oídos para la Orquesta del Titanic. Prefirió regatear la cruda existencia actual con un combo de coartadas: el sol, la hierba, los horarios, las vergüenzas arbitrales y, cómo no, el llamado entorno. Sí, esa “mediosfera” a la que no le va el aburguesamiento de De Jong -cualquier día dará otro pase sosaina comiendo pipas-. Ese convoy mediático que advierte que Lewandowski está tieso, que Araujo ya no es el primer Araujo, que Gündogan no reconoce a Gündogan. O que a João Felix ya no le quedan subterfugios.

Un ídolo plastificado

Críticas tan defendibles como las que Xavi pueda lanzar sobre la “canallada”, solo faltaría. Pero las monsergas comunicativas no eran el verdadero mal, por más que el técnico se sintiera un ídolo plastificado. El preparador pudo comprobar que esa onda no era expansiva. En Montjuïc nunca hubo carbón para Xavi, porque su leyenda nunca estará en el olvido y porque gran parte del barcelonismo es consciente de que hay lo que hay.

A Xavi, escudo de un Barça tan desnortado, le costó tomar tierra. Quizá por ello, se “bilardizó” frente una cámara televisiva para clamar contra un árbitro apenas un par de horas antes de revolverse contra los medios que, según él, no le miman lo suficiente. Quizá por ello llegó a deslizar que la Supercopa ganada al Madrid fue un partido histórico. ¿Cómo catalogar entonces el 0-5 o el 2-6 del Bernabéu, o las cumbres de Wembley, Roma, Berlín…?

A Xavi, divisa infinita del mejor barcelonismo y el más emblemático fútbol español, no le ha condenado esa endemoniada prensa que no se sumaba a la ficción de un club sin un centavo para suplir lo mejor posible a Busi, pero con una talegada para un becario brasileño. A Xavi le ha faltado un sólido andamiaje institucional. Y que como entrenador la maldita pelota le hubiera hecho tanto caso como le hizo de jugador.