Lectores

Cartas al director

'Franz Kafka y os autónomos', por Venancio Rodríguez Sanz

Cuando se abre un negocio, el dueño experimenta una metamorfosis parecida a la de Franz Kafka. Por eso, cuando yo abrí el mío, pensé que Kafka se había quedado corto. Lo digo, no porque sea muy listo, sino porque lo he experimentado en mi propio cuerpo mortal. Antes de abrirlo, un buen amigo me dijo que tendría que aprender a sonreír. Esto me sirvió de mucho porque cuando te metes en deudas millonarias, te tienen que estar matando para que emitas un ¡Ay! Eso sí, lo dices flojito para que el cliente no se moleste. También viene bien hacer un cursillo de aguantar. Entre otras cosas que te pueden ocurrir, si te piden hora y no viene, habrás perdido dos servicios: ese y otro que no cogiste porque esa hora estaba ocupada. Pero, si más tarde te viene, pensarás que te podría haber llamado, pero tendrás que tirar del cursillo de sonrisas y el de aguantar al unísono. Al igual que si un cliente te deja de venir y lo ves por la calle ¡pum! Sonrisa al canto. Es verdad que cuando abres un negocio influye el carácter, la personalidad, los traumas infantiles, los complejos, los tics... En fin, la facilidad que se tenga para «pasar la llana» que tenga uno. Para eso ayuda mucho tener una deuda bien gorda en el banco. Otra cosa que suele ocurrir es que se pierde la noción del tiempo, de la enfermedad, del ser y del existir. En fin, ¿qué quiere que le diga? Que cuando Kafka escribió Metamorfosis, yo creo que estaba pensando en los autónomos.