Notas de domingo

Entre Estrada y Allen

Woody Allen tocando el clarinete con la New Orleans Jazz Band.

Woody Allen tocando el clarinete con la New Orleans Jazz Band. / EP

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Lunes. Movistar ha instaurado un canal que solo emite películas de Woody Allen, así que ahora se pasa uno la tarde, en cada pausa del teletrabajo, viendo u oyendo de fondo diálogos de Historias de la radio, música de Balas sobre Broadway o escenas de Annie Hall. De madrugada, en zapeo constante, me engolfo con ‘Si la cosa funciona’, donde Larry David canta cumpleaños feliz cada vez que se lava las manos y en la que el final es un disparatado emparejamiento estrambótico de todos y cada uno de los personajes. Podría uno vivir en el mundo Allen de la noche a la mañana y de la mañana a la noche, muchos lo harán. Otros lo detestan. El visionado de sus películas es a veces un ejercicio de melancolía o de revisionismo, de pensar cómo pudo gustarme eso o de reflexionar sobre lo poco que apreciamos en su día este u otro film. Me viene a la cabeza un libro de Allen, ingeniosísimo, lleno de frases llamativas, que manoseé en un vuelo a Pekín hace ya muchos años. Aún recuerdo, por machacón, el hilo musical de aquel vuelo. Habrase visto cosas: que en un vuelo suene una musiquita de fondo. No les voy a contar el viaje. A mí me gusta indagar en los viajes ajenos, preguntar, escuchar, inquirir, aceptar consejos sobre el destino en cuestión. Pero tengo detectado que a mucha gente le da exáctamente igual tus viajes. A no ser que ellos vayan a acudir a esa misma ciudad de la que les hablas. Entonces te preguntan si es caro comer. A mí en Pekín, que ahora es Beijing, me resultó muy barato. A Woody Allen le falta una película ambientada en China. Viajes tengas y los cuentes.

Martes. A ver si con tanto ajetreo se nos va a olvidar la palabra oblongo.

Miércoles. Javier Labeira me hace llegar un ejemplar de la antología malagueña de poesía que ha preparado (De Brookyn a Isla Negra). Alfredo Taján, que figura en esta nómina de escogidos, suele llamar a las antologías ‘antojologías’, por el posible capricho del antólogo a la hora de elegir autores. No es el caso de Labeira. Hacer una antología es crearse enemigos, pero Javier es valiente. El libro es bellísimo y trae dibujos inéditos del gran Rafael Pérez Estrada. No se puede tener más talento. Uno de ellos es El pichón de la paz, un pene, estilo de esos que perpetran los adolescentes, reconvertido (con patas y alas y pico) en un ave que sostiene una ramita. La antología, un auténtica pieza para bibliófilos, compila 33 piezas y recoge el testigo de aquella del año 60 de Ángel Caffarena. En De Brooklyn a Isla Negra, con el impulso de Hilario Barrero, se citan José Infante, Juan Gaitán, María Victoria Atencia, José Luis González Vera, Juan Manuel Villalba o Isabel Bono. A casi todos les he dado la mano. Incluso fuego. También yo ahora estoy haciendo, citando a unos y a otros no, una antología (¿antojología?) de los incluidos en esta joyita. Da casi gustirrinín. Pero son todos imprescindibles, eh. Cien deberían ser, sostiene Labeira.

Jueves. Refectórium de La Malagueta. Os reto a encontrar unas coquinas mejores: sin que chorreen aceite, sin perejil, de tamaño mayúsculo. Me saca de mis pensamientos coquinos, coquineros o coquinistas un viejo empresario periodístico para el que trabajé. Está con un actriz que después de un rato de palique nos dice que mañana viernes vuelven. Que nos invitan.