Especial 28F

Alma de emprendedores nos dimos

Una imagen aérea del Parque Tecnológico de Málaga.

Una imagen aérea del Parque Tecnológico de Málaga. / L. O.

Javier González de Lara

Javier González de Lara

Málaga se ha convertido en un referente internacional. Pero ¿acaso no lo ha sido antes? Con siglos y siglos de anterioridad a este cenit mediático, a la exitosa etapa que vivimos y que parece no alcanzar su cumbre, nuestra marca ya navegaba a través del Mediterráneo y recorría las calzadas de la vieja Europa. Desde la época fenicia, no hubo civilización o pueblo a lo ancho del «Mare Nostrum» que no conociese su situación estratégica, valor e interés comercial. Dotada con la Lex Flavia romana, exportadora del popular garum y, más tarde, de unos vinos que, a través de los tiempos, endulzaron los paladares de medio mundo conocido, cubriendo tinajas y botas, etiquetados en bodegas palaciegas, de Sintra a Viena, brilló en el impulso industrial de una de sus etapas más florecientes y sentó los cimientos sobre los que se ha edificado la ciudad contemporánea, en torno al turismo y la cultura.

La nuestra siempre fue tierra fértil e inspiradora para los emprendedores. Ahora, que tanto se habla de la captación y retención del talento, bien podría estudiarse la llegada de aquellas familias europeas, establecidas, sobre todo, en el siglo XIX -con permiso de los riojanos del Solar de Tejada-, que se asentaron y protagonizaron proyectos empresariales fundamentales para el desarrollo posterior de la ciudad. Algo tendrá esta orilla del mar, que atrae y bendice tanta genialidad. Claro que no todo ha venido rodado y también ha pasado por etapas grises, plagas, calamidades y depresiones económicas, dejando partir a su más ilustre embajador, profeta póstumo de una Málaga aletargada, picassiana tardía.

Pero la marea nos conduce siempre hacia nuevos horizontes y afrontamos, desde hace tiempo, una próspera singladura de crecimiento en torno a una indudable pujanza empresarial. Nuestra reciente transformación, en poco menos de dos décadas, se ha basado en un espíritu valiente, pleno de confianza en nuestras posibilidades y participado por la sociedad civil en su conjunto. Así, las empresas no han fallado al compromiso de sumarse a un proyecto de ciudad -y de provincia- que nos ha posicionado como motor económico de Andalucía. Sin duda, a través de una mirada introspectiva y el abandono de caducos posicionamientos victimistas, con visión y planificación. Desde esa perspectiva, Málaga se ha relanzado y dado a conocer como una nueva urbe, a pesar de su milenaria antigüedad.

La Málaga moderna está liderando una senda fijada para el conjunto de Andalucía, partiendo de un arraigado sentimiento de orgullo identitario, compatible con su extravertido carácter. Los andaluces nunca vivimos tan cohesionados, ni creímos, como hoy, en un mañana sin limitaciones, ni estigmas, ni falsas imágenes categóricas de inferioridad. Nuestra comunidad, como Málaga, tiene mucho que ofrecer -y hacerse valer-, encontrando en su tejido productivo un propulsor estratégico, generador de progreso y riqueza, socialmente comprometido e innovador.

Precisamente, nuestra ciudad está experimentando un nuevo proceso de diversificación marcado por el sector tecnológico que, como en el XIX, ha vuelto a captar la atención, recibiendo a inversores y compañías que apuestan por este polo empresarial, junto a los centros de conocimiento e investigación. Con importantes retos por delante y el objetivo de continuar creciendo en densidad y dimensión de nuestras empresas, generando empleo y oportunidades, los hombres y mujeres de Málaga, de Andalucía, que arriesgan, sueñan y emprenden, han demostrado su incalculable capacidad de superación.

A pesar de lo que pudiera parecer, habida cuenta del positivo contexto empresarial que nos ocupa, vivimos tiempos difíciles. Más allá del panorama geopolítico global, los conflictos y sus consecuencias económicas derivadas; además de los efectos de la sequía y, a pesar de que gocemos de estabilidad en nuestros entornos geográficamente más inmediatos, la polarización política nacional, su deriva y tensión ideológica, la debilidad del Gobierno y el señalamiento a las empresas, no contribuyen a un clima precisamente propicio para nuestro desarrollo. Mientras, continuamos luchando contra la propia falta de competitividad y otros problemas harto asentados, como el relevo generacional o la formación, el desempleo juvenil y los desafíos medioambientales.

Conviene, por tanto, desear para nuestro país -para España y la Humanidad- la fortaleza del diálogo social logrado en Andalucía, con pactos históricos y transversales que nos permiten soñar con un prometedor futuro, desde la cogobernanza y la unidad de acción. Hoy, más que nunca, tenemos motivos para celebrar que Andalucía es tierra próspera, que boga en vanguardia de una sociedad ilusionada. Orgullosos de Málaga que, además de su inigualable clima, de su singularidad cultural y legado histórico, brinda prosperidad y bienestar. Y aquí nos encontrarán, siempre, a los empresarios y autónomos, unidos ante la incertidumbre, comprometidos y audaces, creativos y apasionados. Porque, a fin de cuentas, alma de emprendedores nos dimos.