Tribuna

El amigo americano

Los intereses de EEUU son tan grandes que no se identifican con ningún otro país, tan solo tiene matrimonios de conveniencia...

El presidente de EEUU, Joe Biden

El presidente de EEUU, Joe Biden / Europa Press

Diana Negre

A la hora de buscar alianzas, es habitual preferir a quienes son ricos y militarmente fuertes, tanto para formar parte de alianzas que intimiden a posibles enemigos, como por los beneficios económicos que tal amistad pueda generar.

Esta norma es algo diferente en el caso de Estados Unidos, porque a la hora de buscar al aliado más fuerte militarmente, o al más rico….se ha de mirar al espejo y cualquier de sus amigos posibles tiene menos potencial militar y una economía más reducida.

EEUU, donde todavía imperan las ideas anglosajonas a pesar de su variopinta población, aplica la máxima del Primer Ministro británico del siglo 19, Lord Palmerston, de que “las naciones no tienen aliados o amigos permanentes, tan solo intereses permanentes”.

Y este es el problema para los aliados norteamericanos: los intereses de EEUU son tan grandes que no se identifican con ningún otro país, tan solo tiene matrimonios de conveniencia...y sus devaneos son a veces imprevisibles.

Excepción relativa son los países de habla inglesa, como Canadá, Reino Unido y Australia, pero ni siquiera posibles lazos genéticos y culturales garantizan su fidelidad, como pudo ver Londres en tiempos del presidente Eisenhower, quien en 1956 bloqueó la política de Francia, Reino Unidos e Israel, en beneficio de Egipto que, en aquellos momentos, le parecía un aliado más útil.

La lista de aliados norteamericanos que han perdido el apoyo de Washington es larga. Recientemente hemos visto como EEUU salía precipitadamente de Afganistán, poco después de la llegada a la Casa Blanca del presidente Biden, quien simplemente puso en práctica los Acuerdos de Doha, firmados el año anterior por su predecesor Trump, lo que devolvió al país asiático al control de los talibanes.

Cambios semejantes en la alianzas norteamericanas las hemos visto en todo el mundo, desde Vietnam, Laos, Camboya o el Tibet en Asia, donde Washington tiene ahora otras preocupaciones, como lidiar con el creciente poder chino que amenaza con cerrar la circunvalación marítima mediante las islas que va sembrando frente a sus costas.

La China cosechará como una fruta madura Taiwan, por mucho que la isla frente a sus costas haya sido durante largo tiempo aliada de Washington y la incorporará como ha hecho con la ex colonia británica de Hong Kong.

Tampoco pudo confiar en Washington otro gran aliado, el shah de Persia, que sucumbió al abandono norteamericano ante la llegada de los líderes religiosos que los políticos de Washington consideraron imparable.

En Oriente Medio y el este africano, la alianzas o abandonos norteamericanos han afectado a diversos países, desde Egipto y Somalia hasta Jordania, Siria o Líbano, el pequeño país conocido hace medio siglo como “la Suiza” de la región y ahora sumida en luchas religiosas y étnicas.

Tan solo Israel mantiene una alianza firme con Estados Unidos, a pesar de que ya dentro del Congreso de Washington y en las universidades norteamericanas las corrientes anti sionistas son más visibles y que el presidente Biden no oculta su desacuerdo con ciertas posiciones israelíes en su lucha con Hamás.

La situación israelí es especialmente complicada, en parte debido a la fuerte presencia económica y legislativa de intereses judíos que han dejado su marca en Washington, pero en EEUU, como en tantos otros lugares, la población musulmana va creciendo y su influencia se hace ya notar en el Congreso y entre los estudiantes universitarios, que muestran cada vez más simpatías por árabes y palestinos.

En el hemisferio americano la situación tampoco es muy diferente: hoy en día ya no es solo Cuba la que mantiene con éxito una posición anti norteamericana, sino que se le ha sumado hace ya largo tiempo Venezuela y podría Colombia, además de las excursiones recientes por otros países como Ecuador. Aunque Washington e Hispanoamérica comparten un continente, todo lo que está al sur de México se ve como lejano y ajeno, sin que preocupen demasiado sus revoluciones y golpes de estado.

La situación es distinta con el gran aliado transatlántico que es Europa, con la que hay la alianza de la OTAN y unos lazos económicos y culturales que datan del nacimiento de Estados Unidos.

Pero ni esto es suficiente para garantizar el interés o la fidelidad de Washington, como se está viendo en el caso de Ucrania, país que muchos ven desde aquí como un freno geográfico para las ambiciones de Moscú en Europa, pero no consiguen convencer a una mayoría de legisladores a que dediquen el menos del 1% del presupuesto nacional a mantener la ayuda militar al gobierno de Kiev.

El desinterés creciente ante las dificultades de Ucrania fue evidentes en el último viaje del presidente ucraniano Zelensky a Washington: si poco después de la invasión rusa se le acogió como a un héroe y se le ofreció el gran honor de dirigirse al Congreso de Estados Unidos, en su última visita tuvo que recurir a la benevolencia de canales televisivos para repetir su petición angustiada de ayuda económica y militar.

Los millones que Ucrania necesita son un esfuerzo mínimo para EEUU, especialmente si comparamos el presupuesto militar de Moscú, que para este año es de 109 mil millones de dólares, con el norteamericano, que ronda los 850 mil millones.

La petición forma parte de un paquete total de 95 mil millones destinado a Taiwan, Israel y Kiev, pero se enfrenta a una fatiga general ante posibles conflictos y a la situación política de Estados Unidos, que ha entrado ya en la vorágine electoral, aunque todav;ia faltan ocho meses para acudir a la urnas.

Ahora, como a lo largo de tantos años, la política interna de EEUU influye en las alianzas internacionales y revela su inestabilidad como aliado: con un PNB de 27 billones, seguido muy de lejos por el chino (18) y el europeo (14), es tan fuerte militar y económicamente que cualquier otro país es un pigmeo, aunque tenga una población varias veces mayor que la norteamericana.

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