Opinión | Ágora

La felicidad de los españoles

Un día histórico fue el 2 de junio de 1974, cuando Jigme Singye Wangchuck, el cuarto monarca de Bután, en su día de coronación, dejó una huella imborrable en la historia de su nación. Proclamó: «La felicidad interior bruta es mucho más valiosa que el producto interior bruto». Esta idea, que surgió de los principios budistas, se fue secularizando hasta ser parte integral de la Constitución en 2005. Según esto, el papel del Estado es fomentar las condiciones que faciliten la realización de esta felicidad interna bruta.

La creencia subyacente es que los indicadores económicos, como el producto interior bruto, no son suficientes para medir el progreso de una sociedad. También se deben considerar factores menos tangibles, como el bienestar y la felicidad de la gente.

La aspiración de la felicidad como meta social no es una novedad, de hecho, se incluía en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos del 4 de julio de 1776. Sin embargo, Bután destacó por el audaz objetivo de su nuevo rey de cuantificar la felicidad de su pueblo. Así, Wangchuck encomendó al Centro de Estudios de Bután que calculara la felicidad de los butaneses. El resultado fue un cuestionario detallado con más de 200 preguntas agrupadas en nueve categorías: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad comunitaria, cultura, salud, educación, diversidad ambiental, nivel de vida y gobierno, que se traducen en 33 indicadores. Cada dos años, los ciudadanos tienen la tarea de completar este cuestionario.

Como dijo Joseph Stiglitz, laureado con el Premio Nobel de Economía, «lo que medimos influencia lo que hacemos». Un aforismo que podemos confirmar quienes nos dedicamos a medir estados de opinión y cómo estos acaban, si no determinando, si influyendo fuertemente en los comportamientos. Tengamos esto en cuenta ahora que vamos a vivir un trimestre electoral interesante e importante con las vascas en abril, las catalanas en mayo y las europeas en junio. Vamos a ver muchas estimaciones de voto, pero para entender qué está pasando en una sociedad no es tan importante saber quién va a quedar primero en las elecciones, sino por qué.

En todo caso, el tema es que ayer, miércoles 20 de marzo se celebró el Día Mundial de la Felicidad y con ese motivo Ipsos llevó a cabo una oleada más de su estudio para analizar la percepción de la felicidad en 31 países como lleva haciendo desde hace más de una década. En este sentido, el Covid-19 marcó el descenso más pronunciado en la alegría global (63%), pero desde entonces los niveles de alegría se han ido recuperando gradualmente: ahora el 71% dice ser feliz. Un buen dato, pero que todavía se sitúa seis puntos por debajo del alcanzado hace trece años (77%). Este patrón es evidente en los 31 países estudiados, pero España se destaca como la excepción. Aquí, la alegría es ahora mayor que en 2011, registrando un incremento de 7 puntos, del 63% al 70%. Como en el resto del mundo, 2020 marcó un mínimo en el índice de alegría en España (38%), pero este valor ha ido en constante ascenso en los últimos cuatro años, casi duplicándose.

El estudio se enfocó en tres factores claves para la alegría: salud, relaciones y riqueza. La encuesta revela que, en términos de salud, los españoles se sienten extraordinariamente satisfechos con su salud física (73%) y mental (72%). Sin embargo, hay notables diferencias entre las generaciones, especialmente entre los Baby Boomers y la generación Z. Mientras que el 85% de los primeros se siente satisfecho con su salud mental, este porcentaje cae al 59% entre los jóvenes de la generación Z. También se observa esta brecha generacional en lo referente a la felicidad en general: el 71% de los Baby Boomers (1945-1965) afirma ser feliz, en contraste con el 61% de la generación Z (1996-2012).

En lo que respecta al amor, en todas sus formas, los resultados muestran cómo, en general, en el conjunto de las diferentes sociedades, las personas encuentran la mayor satisfacción en sus hijos (86%) y en su relación de pareja (84%), así como en las relaciones con sus padres, hermanos y primos (81%) y amigos (79%). En este sentido, España es el segundo país europeo donde la gente se siente más satisfecha en términos de sentirse amada (81%) y querida (76%).

Finalmente, en lo que respecta a la economía, la mayoría de los españoles (58%) está satisfecha con su situación financiera. No obstante, hay una gran variación según la edad. Los Baby Boomers son los más satisfechos con sus finanzas (64%), pero los más jóvenes de la generación Z no llegan a la mayoría (45%), con una diferencia de 19 puntos.

Así, aunque la felicidad es un sentimiento complejo, un concepto que puede ser interpretado de manera diferente por cada individuo teniendo en cuenta sus experiencias, sus valores y sus circunstancias personales lo cierto es que algunos datos del sondeo parecen dar la razón a Woody Allen cuando afirmaba aquello de que el dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. Que tengan un feliz día.

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