Con la resaca de la final del certamen de Escuelas Taurinas, ayer se inauguraba el abono de La Malagueta con una terna de novilleros que años atrás habían destacado en el ciclo. Dos de ellos, Saúl Jiménez Fortes y Alberto López Simón se alzaron con los trofeos de 2007 y 2009 respectivamente, mientras que Adolfo Ramos fue también finalista el pasado año.

Pero el paso del eral al utrero es complicado, y los tres que ayer hacían el paseíllo se pueden considerar unos privilegiados, a pesar de que el desenlace fuera bien distinto para unos y para otros. La parte dura le tocó a Ramos, melillense formado taurinamente en nuestra capital, que terminó en la enfermería tras una cornada de 10 centímetros en la cara anterointerna de su muslo derecho cuando se tiraba a matar a su primero. Su interés por agradar ante un manso sin contemplaciones le llevó incluso a pasarse de faena en la zona de tablas, esa misma donde tuvo que estoquearlo y resultó prendido. Hasta entonces habíamos visto a un novillero ilusionante, con oficio y determinación a pesar de su escaso bagaje.La otra cara, la bonita de esta profesión, le tocó a su buen amigo Jiménez Fortes, que paseó la primera oreja de la feria. Fue en el cuarto de la tarde, un manso de carretas al que fue imposible torear de capote. Pero como todos los toros tienen su lidia, se la jugó sin dudas en el comienzo de la faena muleteril para dejarle engaño en la cara y no dejarle ver la salida. Su actuación creció al tomar la zurda, y siguió su ascensión al acortar distancias en un arrimón en el que se mostró sorprendentemente cómodo.

El que abría plaza fue un burel descastadito como el resto del encierro y con una desesperante sosería ante el que el novillero de El Puerto de la Torre tuvo que hacerlo absolutamente todo para poner la emoción en la faena. Bien al cruzarse siempre, hubo que aguardar hasta el final para disfrutar de la tanda por naturales más ligada y templada.

En el que mató por Ramos, y al que se lo brindó a través de su maestro común Fernando Cámara en la enfermería, tampoco encontró un colaborador propicio. Muy parado, cuando se tragaba el muletazo lo hacía a regañadientes y andando. Pronto optó por esas cercanías que tanto le gustan. Lo intentó tanto por alto como por bajo, pero al final sólo pudo dejar nuevamente constancia de su valentía natural.

Muy enfadado se debió de ir de La Malagueta López Simón por la no concesión por parte de la presidencia de las orejas que se les pidieron en sus dos oponentes. También se molestó buena parte del público. Ildefonso Dell´Olmo aguantó sendas broncas que deben servir para ir concienciando al respetable que los trofeos no se pueden obtener cuando las estocadas caen en los bajos y cuando no se da ni un solo pase en condiciones. Perfilero toda la tarde, ceremonioso en los brindis pero sin emplear esa lentitud con la muleta, el madrileño inició y concluyó la faena de su primero de rodillas. Entre ambas nada verdaderamente reseñable. En su segundo se quiso arropar en un brindis a la banda de música en otra actuación de cara a la galería en la que se mostró bullidor pero sin ese fondo que por momentos mostró en su actuación del pasado año y que le habían hecho merecedor de volver.