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Opinión

El último latigazo del machismo en las cofradías

Ha vuelto a ocurrir. En pleno siglo XXI. La Junta de Gobierno de la Archicofradía de la Sangre limitó la forma en la que sus hermanas podían participar en el traslado de las imágenes. Nadie supo de la decisión hasta el traslado. Pura transparencia, aunque es otro tema.

Las hermanas de la Sangre, hay precedentes, siempre han participado en este acto con un cirio, portando cualquier enser o bajo el Cristo de la Sangre o la Virgen de Consolación y Lágrimas guiadas por su voluntad, sin restricción. No fue así este domingo. Tres hermanas se acercaban al trono de la Virgen dentro de la parroquia cuando se les indica que no pueden incorporarse al varal. Cuestionados los ejecutores por la orden, responden que la Junta de Gobierno ha dictaminado que las mujeres sólo pueden participar en un tramo restringido del recorrido. Con motivos lógicos, estas hermanas expresan su malestar allí y en las redes sociales, de forma correcta y educada, ellas sí. Viralmente se extiende lo sucedido, y con razón. Vuelve a estallar la polémica: una Junta de Gobierno decide lo que una mujer puede hacer o no, sin limitar al otro sexo.

Llama la atención que en un acto en el que participan hombres -hermanos y no hermanos de esta cofradía, sin control alguno- se le niegue a tres mujeres participar en igualdad de condiciones, y además siendo hermanas de la corporación. Esta discriminación se da por el sencillo hecho de ser mujer, sin tapujos, la Junta de Gobierno dicta sobre «las mujeres». Ni es la primera vez que ocurre, ni es el primer sitio en el que sucede, pero es una situación inadmisible que debe conocerse y condenarse. ¿Qué será lo próximo, que los hermanos -de sexo masculino- no pueden salir con un capirote? Igual de absurdo sería.

Insisto, decisión de la Junta de Gobierno. Que no queden en duda el sentido común y la madurez de los hermanos de la Sangre por culpa de la intolerancia y el despotismo de quienes se creen en potestad de no sé qué poder.

Adelantándome a los defensores de esta machista decisión discriminatoria, aclaro que la típica y rancia excusa «la Junta es soberana» es falsa, pues solo el Cabildo de hermanos es quien tiene pleno poder sobre la hermandad. El Libro de Reglas debe respetarse siempre, no sólo cuando interesa. Y además, aun entendiendo que las hermandades se rigen por sus estatutos, no deberían dejar éstas de ser conscientes de que se enmarcan en el contexto de la actualidad: ni una sola persona puede ser discriminada por razón de su sexo, raza, identidad sexual, orientación política u opinión. Ésta, y lo digo con enorme pena, es una de las grandes asignaturas pendientes de los cofrades. Nada se consigue con estos actos, salvo dinamitar la ilusión de quienes se sienten dolidos o rechazados -mujeres y hombres-.

Basta ya de una vez de hombres -y más de una mujer que flaco favor se hace- a los que se les llena la boca de gloria para hablar de la Virgen María -que era mujer, por cierto- pero se les llena de otra cosa al ver a una mujer pidiendo, con todas las ley, igualdad con sus hermanos.

Lejos de la innecesaria polémica sobre la mujer en el varal, cabe también una reflexión acerca del modo en el que los «responsables» de esta cofradía acostumbran a tratar a sus hermanos, a sus iguales. Estas mujeres expresaron su enfado en las redes sociales, porque no se trata de diferencias a la hora de pensar, sino de derechos que han sido saltados por encima. Como es costumbre, cualquier divergencia de opinión es cortada de raíz y dos de las mujeres han sido citadas por la Fiscalía de la hermandad -que utiliza el libro de reglas como guillotina- para dar explicaciones. Una ya lo hizo el lunes y espera conocer la sanción impuesta en los próximos días, según le comunicaron -aún tiene la hermandad tiempo de rectificar-.

¿Rodarán cabezas, una vez más?

*Santiago es colaborador de La Tribuna y Guión

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