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Semana Santa de Málaga 2024

Los capirotes de La Opinión: balance del Domingo de Ramos

Analizamos los detalles y curiosidades de este Domingo de Ramos, dando nuestros capirotes a las cosas que hemos visto bien y las que hemos visto no tan bien

Los capirotes de La Opinión: balance del Domingo de RamosGregorio Marrero

Ha sido un Domingo de Ramos de esta Semana Santa de Málaga 2024 intenso, en el que el horario e itinerario previsto ha terminado en la basura y donde a cada hora había cambios en lo previsto. Pero también repleto de grandes momentos, de detalles de hermandad y de equivocaciones, como la vida misma.

La respuesta del público

La calle Parras y la salida de la Pollinica

Conscientes de las dificultades meteorológicas que se le presentan a la Semana Santa, puede que el público este Domingo de Ramos se diera cita en la calle Parras en masa para ver la salida de la Pollinica. Más gente que nunca, si eso ya es posible, para no perderse el comienzo de una celebración que puede que tenga un final prematuro. Y no se cabía.

Subida del trono del Prendimiento por la calle Carrión.

La maniobra

Subida a la cuesta de la calle Carrión

No hubo muchas procesiones este Domingo de Ramos. Sin embargo, el Prendimiento volvió a realizar una intensa subida a la cuesta de la calle Carrión, esta vez bajo una intensa lluvia. La realizaron a ritmo de tambor, entre los gritos de ánimo y con paso rápido. Fue emotiva, aunque habría renunciado a este momento para evitarle estar bajo la lluvia.

La marcha

El himno a Lágrimas en San Juan

Puede que esta elección resulte manida, por ser un momento tradicional antes de la salida de Lágrimas. Sin embargo, este Domingo de Ramos tuvo un especial significado, ya que se cantó tras anunciarse la suspensión de la salida procesional, la primera vez desde que va bajo palio. Fue una situación muy emotiva en que se cantó con más sentimiento que otras veces. Siempre juntos.

Los capirotes

El tweet de la jornada

La otra crónica

Cofradías bajo la lluvia, una experiencia diferente

Acompañar a una cofradía cuando llueve es una experiencia extraña. Por un lado se nota la especial emoción de esos momentos de esfuerzo entre los hermanos y el público. Hay una mezcla de admiración y hermandad recíproca, aunque en el día después esa euforia deje una lamentable resaca en forma de daños patrimoniales y enfados personales. Pero en el momento llama la atención la rabia de los aplausos del público, los gritos de ánimo y los vivas al Señor o a la Virgen. Tienen más intensidad, más fuerza. Hay nazarenos o acólitos que no se despegan de sus titulares (algunos incluso crean una especie de muralla de ‘cangrejos’ con resultados cuestionables pese a las intenciones) y niños que demuestran más madurez y aguante que los mayores.

Luego encuentras situaciones surrealistas, como cuando en medio del diluvio, de policías empujando nerviosos, gente tropenzando y el trono acelerando se acerca una señora a un acólito y le pide una estampa. Quizás no sea el momento, ¿no?

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