«Detrás de un comedor compulsivo hay mucho sufrimiento, aislamiento y situaciones muy dramáticas», reconoce Amparo, nombre ficticio de una mujer afectada por «una enfermedad de emociones que se puede frenar pero no curar», como define su adicción por la comida.

Si bien ésta es un placer para la mayoría de las personas, para otras muchas se ha convertido en una tortura. Quienes la padecen sienten un impulso irrefrenable por comer en cualquier momento y, sobre todo, «cuando tienes un problema o un disgusto abres la nevera y no piensas más.A partir de aquí, la comida tapa las emociones, las anestesia», señala con gran franqueza esta mujer cuya fuerza para hablar sin tapujos asegura que se la ha dado la pertenencia al grupo de Comedores Compulsivos Anónimos, una hermandad de personas que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para recuperarse de la compulsión por la comida. La asociación sólo tiene un objetivo: abstenerse de comer compulsivamente y transmitir este mensaje de recuperación.

Comer compulsivamente es un trastorno alimenticio que afecta por igual a hombres y a mujeres, tanto con sobrepeso como extremadamente delgados, «aunque el síntoma más evidente es la obesidad», apunta Lucía, otra afectada igualmente de nombre imaginario.

Mentir sobre la comida, ocultarla, esconderse para comer e incluso planear un atracón suelen ser actitudes habituales de los comedores compulsivos, estado al que llegan tras vivir un hecho traumático: una separación, ruptura o muerte. «Aunque creo que yo lo soy desde la infancia y sin haber sufrido ninguna de estas circunstancias», comenta Lucía.

Esta situación, «que se afronta con vergüenza y repercute en las relaciones personales, sociales y profesionales», apunta Amparo, se puede llegar a manejar gracias al grupo de trabajo que desarrolla un programa con las mismas características que Alcohólicos Anónimos. Se trata de un proyecto de crecimiento personal adaptado al ritmo de cada uno y en el que ningún participante marca pautas de actuación. «El primer paso es aceptar la enfermedad y no avergonzarse de ella; los siguientes están centrados en crecer emocionalmente para admitir nuestras debilidades», comenta Sara, también miembro del grupo de Comedores Compulsivos, organización que nació en Estados Unidos.

Quienes se asoman a la asociación, donde no existen terapeutas y cada persona se autodiagnostica, coinciden en señalar «la tranquilidad que te da encontrar gente que te entiende. El grupo transmite comprensión y sostén, con ellos ves la luz. Solos no podemos enfrentarnos a la enfermedad porque nos engañamos y evadimos la realidad», manifiesta Lucía. Por ello, «juntos podemos hacer lo que solos nunca pudimos» es el lema de la organización que trabaja para conseguir la abstinencia. Y es que la privación de alimentos permite la recuperación física, emocional y espiritual. «La abstinencia nos da tranquilidad y serenidad», resume Lucía . «Porque si pruebas un primer bocado, se acabó todo y vuelta a empezar», apunta.