¿Cuánto se tarda en pedir perdón? ¿Y en perdonar? ¿En qué momento recuperamos la libertad tras la culpabilidad?

¿Aprovechamos los errores de los demás para empoderarnos? ¿Manipulamos a los demás y nos manipulan dependiendo de los errores cometidos?

Normalmente el ser humano dedica mucho tiempo y energía a buscar culpables, razones y soluciones impulsivas favorables a sí mismo, frente a los conflictos, introduciéndose así, en un mundo de ansiedad y desequilibrio constante.

Yo siempre recomiendo descansar y tomar distancia cuando existe un conflicto, para poder utilizar estrategias como la relajación, poder relativizar, razonar estando descansado y elaborar un posible plan de solución. Las prisas y la impulsividad suelen jugar en contra de uno mismo.

Todos nos encontramos piedras en el camino, incluso podemos ser nosotros mismos las piedras para otros. Traiciones, egoísmos, malas intenciones, dificultades, tomas de decisiones, falsas expectativas, falta de energía, inexperiencia, desconocimiento… todo esto nos ocurre a todos.

Es importante trabajar los sentimientos de culpabilidad desde pequeños y como en casi todos los artículos comento, la labor fundamental la tenemos los adultos y las familias. A todos nos suena: «Me preocupo por ti porque te quiero», «me has decepcionado al haberte comportado así», «ya te lo dije, ahora lo solucionas tú solo», «no me cuentes tus problemas ahora, ya te avisé de esto», «no puedo contigo, me desesperas y no sé ya qué hacer»… Frases como estas hacen que los niños no elaboren un buen concepto de culpabilidad, ya que lo que se debe enseñar por encima de esto es responsabilidad, aprender de los errores, capacidad para perdonar y pedir perdón con conciencia y empatía, etc.

Todos, adultos incluidos, aprendemos a base de errores y en numerosas ocasiones cometemos los mismos errores una y otra vez. Además de evitar estos comentarios, no debemos culpabilizar nunca la falta de sueño, los trastornos de alimentación, las peleas entre adultos o separaciones, las depresiones o la pérdida de control. Se supone que los adultos debemos estar más preparados que ellos para educar y favorecer el desarrollo a través de aprendizajes, experiencias y conflictos.

Tanto en los adultos como en los niños debemos detectar los intentos persistentes por conseguir aprobación por parte de alguien (lo que solemos llamar comúnmente la dignidad), y que estos no superen límites, no estén inspirados en la libertad y en el bienestar de la persona que ejecuta dichos intentos. También debemos detectar cuándo la autoexigencia genera malestar por no ser como la mayoría, por no aceptar los errores, por no pensar como la mayoría, por no actuar como manda la sociedad, etc.

Para evitar preocupaciones y dichos comportamientos inspirados en razonamientos como los anteriormente citados, es adecuado elaborar planes de actuación ante problemas, preocupaciones o conflictos. De este modo evitaremos ansiedad y bloqueo, y nos sentiremos orientados (motivados) hacia una meta, pudiendo tomar decisiones dependiendo de lo que se vaya presentando y aprendiendo de la experiencia de manera más consciente.

¿Cómo?

1. Planificar acciones con fechas, lugares y temáticas (escribir preguntas, apuntar ideas que queremos comentar, dejar claro reacciones que queramos evitar)

2. Pensar en posibles escenarios reales (cómo puede reaccionar, qué suele decirme, cómo suelo responder ante…)

3. Tras la primera acción, dar tiempo para descansar y reflexionar, evitar la impulsividad, querer tener razón o evitar dar lecciones de vida.

4. Volver a analizar, seguir el plan en lo posible y modificar las necesidades.