El Carpena de las grandes noches, el que ha ganado partidos y eliminatorias, al que se apela cuando hay que conseguir grandes gestas, el que no descansa ni desfallece y el que embriaga con su calor y su pasión llevó anoche en volandas al Unicaja hacia el tercer partido de la gran final.

Fue una noche de flechazos y pasional, donde desde el primer minuto se notaba que algo bonito iba a suceder. La afición se volcó desde con su equipo y no dejó nada a la improvisación. Un nutrido grupo de aficionados recibió a la llegada de la plantilla al Palacio. La primera piedra ya estaba puesta.

Y desde horas antes al inicio del partido el pabellón era un hervidero de camisetas verdes y emociones. La explosión llegó con la presentación del equipo y con el himno de Pablo López. Ya estaba todo preparado, balón al aire y a jugar. Y ahí el Carpena metió la primera canasta, la segunda y hasta unas cuantas. Porque la afición apretó para defender, vibró con la racha de Jamar Smith, se enfureció cuando le dieron a Omic, se encaró con Romain Sato y abrazó la victoria como si ya supiera que era una consecuencia matemática de su apoyo.

Celebración de la victoria ante el Unicaja

Celebración de la victoria ante el Unicaja

Nadie se lo quiso perder. El palco de autoridades estaba a rebosar, con Jorge Garbajosa (presidente de la Federación), Sergio Scariolo (seleccionador) o Jordi Bertomeu (jefe de la Euroliga).

El Carpena, lleno, no falló. Quería tercer partido y lo consiguió. El Unicaja sigue vivo, sueña y con esta afición puede llegar al fin del mundo. El próximo reencuentro, con la Eurocup en los brazos.