Lluvia de cava, de agua, de bebidas energéticas... El vestuario del Unicaja se ha transformado después del triunfo en una pequeña discoteca. Porque sonaba música, sonaba alegría. Y los jugadores atendieron a los medios, se hicieron selfies y gritaron el campeones, campeones tan típico de estos momentos. Con la copa en la mano, celebrándolo a lo grande, como se merece.