Se acabó la ACB y en la práctica la temporada 2017/2018. En la memoria quedará como la última de Luka Doncic antes del desembarco en la NBA y la entronización de tener el estatus quo nuevamente renovado, con los grandes arriba, con los menos grandes en escalones por debajo y prácticamente la misma distribución de equipos en la tabla clasificatoria de acuerdo a los presupuestos. También alguna agradable sorpresa en la figura de Herbalife Gran Canaria o San Pablo Burgos, decepciones protagonizadas por Valencia Básket o Unicaja y fracasos sin paliativos con la firma de Tecnyconta Zaragoza, Real Betis Energía Plus o RETAbet Bilbao Básket. En el caso de estos dos últimos equipos, se junta además el grave problema que supone materializar su descenso de forma efectiva a LEB Oro, con la catástrofe que ello supone. Y aunque vuelvan dos clásicos a la ACB como ocurre con Breogán y Manresa, salir de ese pozo al que caen vascos y sevillanos es muy difícil. Que tengan suerte, sobre todo nuestros vecinos, ojalá sea una ausencia breve.

Eso de pasar por el infierno fue el lema de una campaña de abonos con gran repercusión mediática del Atlético de Madrid, el club del Manzanares. No sólo suele ser bastante original en cuánto a publicitarse, sino que está convenientemente mimado por el cuarto poder. Esta semana pasada se ha presentado la nueva campaña de abonados del Club Baloncesto Málaga, que puede que no sea tan ocurrente como otros clubes, pero a escala local sí que tiene un trato más que delicado por parte de los medios malagueños.

En cuanto a la campaña de abonos, en un momento complicado para los de Los Guindos, la masa social puede decir que es más caro ir a ver al equipo, sobre todo si en la Eurocup no se van pasando eliminatorias. Porque aunque en términos absolutos el abono cuesta más barato, el precio por encuentro es más caro, y no me veo exhibiendo esa máxima de un cliente mío que dice que le da igual lo que cueste la gasolina, porque siempre pone treinta euros en su coche€

Es cierto que nunca va a llover a gusto de todos, y quizá lo que espero como abonado desde el año 1979 es ver el cariño que creo que nos merecemos, sin menospreciar el trabajo y la profesionalidad del equipo de márketing que ha preparado ésta y anteriores campañas. Al igual que va a premiarse la constancia del que acuda a todos los partidos para la próxima temporada, lo mismo podrían no caer en ese mal tan extendido entre las empresas en las que la fidelidad a lo largo de los años es un valor relativo y no siempre agradecido. Tal vez echo de menos la familiaridad que había antes, la cercanía que se tenía desde dentro del mismo club, a pesar de no coincidir en la totalidad de los postulados que se daban desde arriba. Tal vez la expresión de «trato familiar» iba por ahí, con discusiones y todo. Y vale que todo crecimiento conlleva dejar por el camino algunas cosas, pero llegar a la cima no termina por completar la felicidad siempre.

Aunque no tiene nada que ver con el baloncesto, esta semana también tuvimos el momento en que el nadador malagueño Carlos Peralta verbalizaba su condición de homosexual tras superar una depresión, no sólo es campeón de España en veintiuna ocasiones, olímpico en Río de Janeiro y plusmarquista nacional en ocho ocasiones. Aunque como sociedad lo mejor que nos pueda pasar es que esto deje de ser noticia, aquí por lo menos no tenemos que soportar titulares a cinco columnas diciendo «Y tan machito que se veía» refiriéndose a Jason Collins por parte de un diario sudamericano cuando el ex NBA salió del armario, dieciocho meses antes de retirarse. En nuestro deporte, sólo otro profesional, John Amaechi reveló su condición sexual y fue cuando ya lo había dejado. Hace un par de años, el que fuera miembro de Seton Hall, Derrick Gordon fue el primer jugador gay en el March Madness, pero no ha llegado a profesional, y salvo error por mi parte, en España no tenemos ningún jugador de nuestro deporte que se haya manifestado al respecto.

Parto de la base que me importa tanto la inclinación sexual de un jugador como si el Papa es diestro o zurdo, pero me gustaría quitarme esa idea que tengo en la cabeza que me dice que no lo hacen sólo y exclusivamente por no generarse un problema de forma artificial, que en algún momento, igual que vemos normal que haya alcaldes o ministros homosexuales, no nos importará que los ídolos deportivos lo manifiesten. Y así se evitarían depresiones, malos tratos o vejaciones en los chicos o chicas que no se atreven a comportarse como son ante sus compañeros de equipo o amigos por temor a que los miren de otra forma. Al fin y al cabo, todos queremos cariño y que alguien no sea noticia por su orientación sexual, ni más ni menos que lo que decía arriba.