La temporada 1999/00 estaba predestinada a convertirse en el auténtico punto de inflexión en la historia más reciente de Unicaja. Dos importantes novedades iban a situar al club de Los Guindos en la élite del baloncesto nacional y como aspirante en el panorama europeo: el fichaje de un entrenador de primerísimo nivel como Boza Maljkovic y la inauguración del majestuoso Palacio de los Deportes. Tomando como catalizador el subcampeonato liguero del 95, la afición malagueña se había erigido como abanderada en la reivindicación de una instalación deportiva de altura para la ciudad. Tras batir todos los registros de llenos consecutivos, las gradas del pabellón de Ciudad Jardín eran incapaces de acoger a una masa social que crecía como la espuma al calor de los resultados. En una decisión nada habitual, las administraciones implicadas (Junta y Ayuntamiento) olvidaron sus continuos enfrentamientos y asumieron de forma conjunta la construcción de un Palacio de los Deportes moderno y funcional que albergara el futuro del baloncesto malagueño en el siglo XXI.

Tres años después de la colocación de la primera piedra llegó el momento soñado por todos, el estreno del flamante Palacio de los Deportes, aunque no sería tan brillante como todos esperaban. En la mañana de ese mismo 4 de septiembre, en una revisión rutinaria, un grupo de técnicos descubrió unas fisuras milimétricas en la pista auxiliar del Palacio, hecho frecuente en las nuevas edificaciones. Tal circunstancia se obvió, siguiéndose con los planes previstos. A pesar de las incomodidades propias de una instalación que carecía de la licencia de ocupación (sufrimos importantes problemas en los accesos y los aparcamientos del recinto), la afición malagueña respondió con un lleno hasta la bandera.

El hecho de disputar el primer partido contra el Barça (nuestro rival más enconado desde la final del 95 y con el duelo morboso entre Aíto y Maljkovic) incrementaba el interés deportivo dentro de la cancha. La derrota inaugural empañó levemente el fulgor del nuevo Palacio, aunque las autoridades presentes no dejaron de vanagloriarse por su contribución para la edificación de una instalación deportiva que era modelo y envidia para otras ciudades.

Pero la alarma se encendió un par de semanas después, precisamente antes del tercer partido como local contra el Fuenlabrada. Aquellas pequeñas fisuras se habían convertido en grietas y se detectaron daños significativos en la estructura de la cubierta. Reunidos con carácter de urgencia, Urbanismo y la empresa constructora elaboraron un informe vinculante para acordar la clausura cautelar de la instalación deportiva. Francisco de la Torre, primer teniente de alcalde y responsable de la Gerencia de Urbanismo, tomó la dolorosa decisión que situaba a Unicaja en una complicada situación deportiva y social.

El cierre del Palacio supuso uno de los grandes mazazos para la ciudad de Málaga. Aparte del terremoto político en el seno del Ayuntamiento encabezado por Celia Villalobos, el club de los Guindos tuvo que actuar con rapidez. El partido previsto contra el equipo madrileño se disputó en Fuenlabrada, pero los problemas se acumulaban. Había que buscar una alternativa factible para continuar jugando las competiciones; se barajó la opción de trasladar los partidos de casa a Granada, también se habló de cubrir la plaza de toros de La Malagueta y finalmente se optó por regresar a Ciudad Jardín con el prejuicio de los más de 3.000 abonados que no pudieron disfrutar del baloncesto esa temporada.

Además la ciudad tuvo que posponer ser sede por primera vez de la Copa del Rey por las limitaciones de espacio que suponía la vuelta a la cancha talismán de donde partió toda esta historia. Diez meses después, el Palacio de los Deportes reabrió sus puertas al baloncesto de alto nivel y sigue esperando poder celebrar un título en directo con la afición verde.