Cuando uno es niño, hay personajes que van a permanecer para siempre en la memoria, haciéndote recordar una película, un disco e incluso un partido de leyenda. Y eso me ocurrió a mí cuando, ya hace más de 30 años, me hice abonado al Caja de Ronda y descubrí al que aún hoy continúa siendo mi primer ídolo: Rafael Vecina Aceijas.

Como buen badalonés, Rafa inició una historia de amor con el baloncesto desde la más tierna infancia. Brilló en el Sant Josep de su ciudad natal antes de que el Barça lo incorporara a sus categorías inferiores. Tras un fugaz paso por la cantera culé, Vecina retornó a Badalona para vestir la camiseta verdinegra de la Penya. Los precoces éxitos (subcampeón mundial juvenil y debut con solo 20 años en la ACB) se vieron lastrados por las lesiones en sus primeros pasos en la elite. Una compleja operación de rodilla le mantuvo casi un año alejado de las canchas, rodeado de malos augurios que pronosticaban un final temprano de su carrera.

Fue en el verano de 1986, tras la disputa del Mundobasket, cuando Rafa Vecina fichaba por un ambicioso Caja de Ronda en busca de un rápido ascenso a la liga ACB. Ahí comenzó su extensa etapa en Málaga en la que Rafa dio muestras de una capacidad increíble a la hora de convertir sus limitaciones físicas en virtudes desplegando sabiduría dentro de la cancha.

Durante su primer año fue el pívot que mantuvo al equipo tras la espantá del ex-NBA McNamara. Una vez logrado el ascenso a la máxima competición nacional, en la temporada 87/88 se consolidó como el jugador más regular de un «annus horribilis» en el que únicamente se consiguieron ganar únicamente 4 partidos en todo el curso.

Rafa alcanzó la madurez deportiva en el bienio mágico del Caja de Ronda de Mario Pesquera. La incorporación de una dupla de americanos de categoría (Joe Arlauckas y Rickie Brown) impulsó al club cajista hacia la elite del baloncesto patrio. Junto a la pareja de foráneos, Rafa Vecina y Fede Ramiro componían la columna vertebral de un equipo que hacía un baloncesto eficacísimo, consiguiendo situar por primera vez a un club andaluz en los primeros puestos de la clasificación liguera.

Se alcanzó una histórica participación en la Copa Korac y Vecina junto al base Ramiro fueron convocados por Díaz Miguel para el equipo nacional, convirtiéndose así en los primeros jugadores de nuestro club en vestir la camiseta de la selección.

La temporada 90/91 estuvo marcada por el «affaire» del pasaporte de Mike Smith que provocó la salida de Mario Pesquera y por la grave lesión que sufrió Rafa tras romperse un codo. En el que iba a convertirse en su último año, Rafa volvía a ser el referente del equipo en un año muy complicado, donde no acompañaron los resultados ni tampoco el frustrado fichaje del mítico nº1 del Draft Ralph Sampson.

El verano olímpico de 1992 certificó la esperada unión entre Caja de Ronda y Maristas y nos dejó una de las decisiones más polémicas e incomprendidas por la afición malagueña. Rafa Vecina, nuestro capitán y jugador más emblemático, no tuvo opción de renovar su contrato y cogió las maletas para iniciar una nueva etapa en el Estudiantes.

Nos quedamos huérfanos del 15, un jugador fiable y comprometido, que aportaba en defensa desde la inteligencia y la anticipación, ofreciendo calidad en sus movimientos en el poste bajo y con un tiro infalible desde la cabeza de la zona. La huella que dejó el gran Rafa Vecina en Málaga trasciende más allá de estadísticas o victorias conseguidas. Quiero ilustrar este hecho con un par de anécdotas que reflejan perfectamente la humanidad de este jugador de baloncesto inolvidable.

En el transcurso de las pruebas de la «Operación Altura» convocada por el Caja de Ronda para buscar jóvenes talentos, mi amigo Sergio Jiménez sufrió un fuerte esguince de tobillo en las pistas exteriores de Ciudad Jardín. Aprovechando que la primera plantilla estaba entrenando en el pabellón, los responsables lo acompañaron al vestuario para que los servicios médicos pudieran atenderle. Dolorido y con rabia, mi amigo pasó un buen rato allí dentro esperando a que sus padres pudieran recogerlo.

Justo en ese momento concluía el entrenamiento del Caja de Ronda y los dos americanos del club (Gary Plummer y Anthony Teachey) entraron riéndose sin prestar atención ninguna a ese chaval de 13 años que estaba aún apesadumbrado. Al instante, Rafa Vecina entró y, al ver la actitud de sus compañeros, les recriminó voz en grito su comportamiento y falta de humanidad con un chico que seguramente sería uno de los que poblaban las gradas de Ciudad Jardín.

Un par de años más tarde en el inolvidable Campus veraniego organizado por el club en los Guindos, la expectación era máxima gracias a la presencia del mítico Kareem Abdul Jabbar. La chavalería participante esperaba la típica pachanga de exhibición en la que también iba a jugar Rafa Vecina. Justo antes de empezar, y debido al tamaño del pívot de los Lakers, se decidió que Jabbar iba a enfundarse la camiseta número 15 que pertenecía a Vecina. Y ese hecho provocó que un chico del Campus, antes de comenzar el partidillo, se dirigiera visiblemente contrariado al ala - pívot cajista preguntándole quién se creía que era ese tío negro tan grande y cómo habían permitido que le hubiera quitado la camiseta al capitán del Caja de Ronda.

Años más tarde, después de prolongar su carrera en Madrid y Salamanca, Rafa Vecina dio el salto y hizo sus primeros pinitos de comentarista tanto en televisión como en radio. Además, tuvo un exitoso paso por los banquillos como técnico ayudante de Pepu Hernández en aquel grupo de la selección española que conquistó el primer Mundial en Japón.

Rafa marcó una época en Málaga y nos acercó a la gloria con los éxitos del BA-LON-CES-TO.

La Peque - Columna

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