Un Unicaja valiente, trabajador, acertado y peleón, cedió ante el todopoderoso Barça, 70-79, en un partido en el que el Unicaja perdió en el marcador, pero ganó mucho en imagen, autoestima y ansia de crecer en el futuro inmediato.

Es verdad que los triunfos morales no valen para nada en el deporte profesional. Es más, son una excusa de equipo pequeño. Aquí se trata de ganar sí o sí. No vale nada más. Pero después de lo de Badalona, verle al Unicaja 72 horas después competirle de tú a tú a este Barça fabricado a golpe de talonario, con el objetivo de ganar todas las competiciones que juegue, la verdad es que fue una alegría y un chute de ilusión ante lo que esté por venir.

A los segundos 40 minutos de la temporada del Unicaja se les pueden poner pocas pegas. Solo la del marcador final. La imagen fue muy buena esta vez, lo que pasa es que al otro lado de la pista estaba un Barça que está fabricado para ganarlo todo y que cuando se puso serio, apretó atrás y tiró de músculo, dio pocas opciones. Jugando como este jueves creo que se habría ganado el lunes en Badalona y se tendrán opciones serias en Andorra este domingo. El camino está claro cuál es.

No sé qué habría pasado si las gradas del Carpena hubieran estado a tope. A lo mejor se habría perdido igual. Puede ser. Pero me da que el partido habría sido muy distinto. Al menos, la segunda parte. La visita del Barça es cada año uno de esos días marcados en rojo en el calendario por la «Marea Verde». De esas noches en las que en el Palacio se crea una mística especial. Sin público, esta vez, el Unicaja no tuvo su gasolina extra cuando le fallaron las fuerzas y el rival lo tuvo mucho más fácil.

La verdad es que el ambiente fue desolador. Habrá que acostumbrarse, pero el deporte, sin la afición, no es lo mismo. Habrá equipos que no lo notarán tanto, pero el Unicaja creo que es uno de los clubes de España y Europa que jugarán en mayor desventaja este curso, mientras las condiciones no varíen. Aquí hemos visto perder «cienes y cienes» de veces al CSKA, al Maccabi, al Fenerbahce, al Efes, al Panathinaikos. Todos esos equipos eran mejores que el Unicaja cada vez que se citaron en el Carpena con los cajistas. ¿Por qué se les ha ganado entonces tantas veces?... Creo que la respuesta es muy obvia.

Borren de su memoria, por cierto, todo lo que les escribí hace cuatro días del equipo. Lo de que no está para competir contra equipos de primer nivel, lo de que no defiende, lo de que no rebotea y lo de que solo tira de 3... Lo de que le falta físico es lo único que pueden mantener en su retina. Todo lo demás se encargó el equipo, en los 40 minutos de la segunda jornada, de discutirlo con «hechos». Le faltó, eso sí, rematar. Y eso hay que corregirlo lo antes posible. Fue, en definitiva, una versión cajista ilusionante, de equipo con razones para soñar con algo más serio que andar «pululando» por el medio de la tabla.

Sin la mística de Carpena lleno, tirando de los suyos, el equipo recurrió esta vez a la testiculina para hacerse grande ante un rival manifiestamente mejor en todas las posiciones. Todo lo que le faltó el lunes en Badalona para competirles a los verdinegros, lo puso esta vez sobre el parqué desde el minuto cero. Salió enrabietado, se multiplicó en defensa, supo buscarle las cosquillas a una de las mejores plantillas de Europa, atacó con criterio... Lástima que se quedara sin gasolina en el esprint final.

El Unicaja salió enrabietado en el primer cuarto. Jugó con descaro, sin tenerle ningún miedo al rival. Defendió, corrió y anotó. Fue siempre por delante en el marcador y cerró los 10 primeros minutos con 5 puntos de ventaja, 21-16. Esta vez no fue un espejismo la buena imagen del equipo. Hubo continuidad. Es más, el segundo cuarto fue todavía mejor. Los verdes defendieron con agresividad, pelearon cada balón que escupió el aro, metieron de 2 y de 3, sin abusar de los lanzamientos triples, movieron el balón... Fue una delicia ver al equipo jugar ese tramo del partido. Jasikevicius pidió un tiempo a 2:01 del descanso con la máxima para los de Casimiro, 38-25.

Abrines, el del burofax, el que se fue sin despedirse aquella tarde de verano, liberado de los gritos habituales de «pesetero» de la grada cajista, salió entonces al rescate de los suyos. Hizo 7 puntos seguidos y eso le valió al Barça para llegar al descanso con un marcador mucho más aseado, 38-32. La verdad es que el balear fue decisivo para agarrar a su equipo al partido y para el triunfo final de los culés.

La vuelta del descanso ya no fue igual. Sí de actitud y de entrega, pero no de acierto. El Barça le metió una marcha más al partido. Los culés apretaron muchísimo atrás y la diferencia se fue estrechando. A 4:40 del final del tercer cuarto, el equipo de Jasikevicius se puso por delante, 45-46, por primera vez en todo el partido. Fue el principio del fin. Al Unicaja le empezaron a fallar las fuerzas. No hubo tanta paciencia en ataque y faltó acierto en tiros liberados que no estaba mal tirados, pero no encontraron premio.

Con el viento a favor, el Barça hizo sus mejores minutos atrás. Casimiro movió su banquillo para buscar todas las opciones posibles, con Brizuela y Bouteille, con Francis y Waczynski, con Mekel de base, con Albertito... El Barça se fue de 8, 52-60, en el inicio del último cuarto. Heurtel hizo mucho daño, pero Brizuela tomó toda la responsabilidad en ataque y a 3:32 del final, el 63-69, dio vidilla todavía a los verdes. Una falta no pitada en un lado, un rebote largo que se escapó, una pérdida tonta... y el partido se escapó, 70-79.

El 0-2 en la clasificación duele, pero menos. El domingo, viaje a Andorra. Y allí sí que hay que ganar. Porque si no...