Lleva setenta años con el carnet de turismo, tipo B, y jamás ha tenido un accidente. Pocas personas pueden presumir de contar con un historial de conducción tan impecable. Pero lo verdaderamente peculiar de esta historia es la edad que tiene el conductor. Ni más ni menos que 90 años.

Se trata de Lázaro Luque, un vecino de Arroyo de la Miel, que es la envidia de sus colegas del barrio ya que conserva perfectas sus facultades para conducir. Se sacó el carné con 20 años, en una época donde no conocía más trabajo que el del campo, y que por aquel entonces se realizaba en burro o a pie.

Pasó su juventud, en plena Guerra Civil, dando largas caminatas hasta Fuengirola o Mijas para conseguir algo de aceite y luego venderlo en Benalmádena o Torremolinos, siempre acompañado de sus siete hermanos, pero decidió montar un horno de pan, por lo que necesitaba una furgoneta, tipo Renault 4 antigua, para distribuirlo.

Su última renovación fue hace un año, y según cuenta Lázaro, pasó el examen psicotécnico sin problema alguno. «La vista se me cansa un poco, algo que es normal por la edad, pero yo estoy hecho un chaval», bromea. Debido a su vitalidad, no hay día que Lázaro pase sin coger el coche, ya sea para ir al campo o llevar a su esposa a hacer los recados. «Lo más lejos que suelo ir ahora es hasta Fuengirola o Mijas, porque me da miedo que se estropee el coche y me deje tirado solo en la carretera, que ya no estoy yo para esos trotes», cuenta. Pero su Peugeot 205, con el que lleva ya 17 años, no se le ha estropeado ni una sola vez. «Mi señora está loca de contenta, porque la llevo a todos lados. Ella a veces se preocupa, porque dice que ya estoy mayor, pero no tiene que preocuparse nunca de que la lleven al médico o a las compras, porque me tiene a mí», dice.

Uno de los lugares favoritos de Lázaro para ir a diario con el coche es el huerto que tiene uno de sus hijos en la zona de la Viñuela. Así, como él cuenta, puede combinar sus dos pasiones: la conducción y la agricultura.

Precisamente, Lázaro recuerda una anécdota saliendo en coche de la huerta de su hijo: «Llevaba un canasto lleno de fruta para mi casa, y lo llevaba colocado en el asiento del copiloto. Como en el camino hay muchos baches, el canasto iba dando tumbos y casi se cae. Cuando me di cuenta y quise agarrarlo, estuve a punto de salirme del camino con el coche, pero gracias a Dios no pasó nada». «Ni un accidente jamás», cuenta orgulloso.

Lázaro es bien conocido entre la gente de su barrio e incluso del pueblo, ya que lleva toda su vida en la misma vivienda de la plaza de España. A pesar de que prefiere el fútbol a la Fórmula 1, es considerado el Fernando Alonso de la zona. Sus vecinos no le llaman así por la velocidad, porque no pasa de los 40 kilómetros por hora, sino porque casi siempre que lo ven va en coche. «La gente que no me conoce se sorprende cuando me ve por la calle conduciendo. Mis amigos ya están acostumbrados, pero yo soy el único que conduce», cuenta.

Ya con biznietos que lo adoran, su familia está muy orgullosa de él. Sabe que es un conductor muy responsable y que nunca se le ocurriría coger el coche para un largo trayecto. «Para eso ya tengo a mis hijos. Si necesito ir al médico a Marbella o a Málaga, ellos me llevan. Yo sólo uso el coche para pasear por zonas cercanas, porque me gusta y disfruto conduciendo, pero rara vez me atrevo a salir del pueblo», cuenta Lázaro mientras arranca su viejo Peugeot.