­Ayer, mientras Mariano Rajoy hablaba de la recuperación española, del fin de la crisis y de la excelente gestión que ha desarrollado en estos años, por la mente de José Antonio Castañeda, responsable de Discos Candilejas, se agolpaban los recuerdos de cuando, en 1987, decidió trasladar su negocio de calle Dos Aceras a su emplazamiento actual: el número 7 de la calle Santa Lucía. Para aquella mudanza -no era la primera, ya que Candilejas abrió sus puertas en 1978 en calle Mariblanca- contó con la ayuda de muchos de sus amigos. «Me prestaron una furgoneta y se vinieron a cagar cajas durante un fin de semana», recuerda Castañeda, que, además, estaba a punto de ser padre. «Mi primer hijo vino con esta tienda bajo el brazo».

Con la nueva ubicación buscaba acercar su creciente negocio a la actividad comercial del Centro Histórico y a la vez ganar espacio, puesto que el local posee más metros que los anteriores. Pepe, como le llaman sus conocidos, nunca ha dejado de ser un emprendedor. Su empresa supo adaptarse a la desbordante demanda de música disco de finales de los ochenta y al radical cambio impuesto por la industria al presentar el cedé como único formato. Bien sabe que debería coger la ola del nuevo repunte del vinilo, pero la incertidumbre lo tiene paralizado.

El propietario del inmueble donde está situada Candilejas -que realizó la compra del edificio a sabiendas de que contaba con inquilinos- le ha solicitado que entregue las llaves del local apelando a la extinción de los contratos de renta antigua. El día marcado es hoy, a las 11.00 horas. «No las voy a entregar», confiesa Castañeda, que entiende que su contrato de alquiler no expira conforme al plan de renta antigua al «no ser anterior a 1985». Las presiones por parte del propietario, Agustín Pedraza, comenzaron en 2003, cuando remitió un comunicado con la intención de que ambas partes firmaran un nuevo contrato. Castañeda no entendió las razones de aquella solicitud y se negó.

Desde entonces, las relaciones no han sido fáciles. El propietario ha realizado obras de reforma en el inmueble que han provocado diversos daños en el local de Candilejas, «daños que no han sido reparados», sostiene Castañeda, metido en una perversa encrucijada en la que han confluido las pocas ventas de su negocio -«con las que apenas se cubren los gastos»- y la reclamación del propietario del local. «No duermo bien. Soy de carácter tranquilo, pero la situación es complicada», confiesa Pepe, que también muestra su preocupación por Fran y Alejandro, sus dos compañeros en esta aventura: «He pasado más tiempo con ellos que con mi familia».

Desde 1990, Fran y Alejandro atienden a los clientes en Candilejas y son parte fundamental de su funcionamiento. «Al principio, Pepe me ponía a repasar los muebles y a ordenar las estanterías. Así descubrí el rhythm and blues y el soul», recuerda Fran. Alejandro llegó seis meses después que su compañero: «Cuando entré me di cuenta de que no sabía nada de música», confiesa.

Ambos llevan un cuarto de siglo buscando referencias, solicitando discos de importación, aconsejando a los indecisos y recomendando a los que quieren exprimir al máximo su curiosidad por la música. «Esta es una tienda generalista, tenemos desde las últimas novedades hasta fondos de catálogo. Trabajamos con todos los géneros musicales y tratamos de estar al día de todo», recalca Alejandro. «Ahora con internet es más fácil dar con un grupo o un single, pero antes teníamos un catálogo de importación de Estados Unidos más grande que la guía telefónica», recuerda Fran.

Lejos de abrazar esa imagen de tienda superviviente o testigo de una época, lo que desean los responsables de Candilejas es ver aclarado el futuro para poder avanzar: «Nos gustaría invertir para traer más vinilos, pintar la fachada y darle un repaso al interior», aseguran.

Esta semana no han parado de recibir la visita de clientes y amigos. «¡Suerte, chicos! Espero que duréis muchos años más», les dicen. Un grupo de mujeres se paraba ayer en la puerta para hacerse «una foto para el recuerdo». No hacía falta: aunque llegase el temido desahucio, será muy difícil que el recuerdo de Candilejas se pierda entre la plaga de multinacionales de moda que hoy invaden nuestras aceras.