Desencanto, cambio de rutina, síndrome del tiempo libre. La jubilación tiene muchas variantes y no siempre está relacionada con los carritos de la compra y la elegancia del bastón. Los accidentes laborales y las enfermedades adelantan los plazos, pero existen otras diferencias. José Antonio Gallardo, profesor de la Universidad de Málaga, advierte de la diversidad de energía y capacidad física en miembros de la misma generación. Jubilarse también es un estado de ánimo.

1. Oportunidad

El especialista asegura que la etapa a veces es sinónimo de alegría. Se interpreta como la posibilidad de disponer del tiempo, de romper con la tiranía de los relojes. Una oportunidad para realizar actividades atractivas. Viajes, manualidades, gimnasio. Aunque también un arma de doble filo.

2. Pérdida de rol

La cara opuesta, razona Gallardo, está plagada de contraindicaciones. Se pierde el rol del trabajador y merma la vida social. El primer reto es adaptarse al recorte de los recursos económicos. Un desafío del que la mayoría sale airosa. "En esa etapa de la vida ya tienen comprado el piso, el coche y sólo tienen que afrontar gastos básicos municipales, alimenticios, médicos". El riesgo es de otra índole.

3. Dependencia

El experto tiene constancia de casos en los que se ha detectado un desajuste de la personalidad. Los cuadros más extremos están relacionados con la depresión. La pérdida del trabajo equivale a la desaparición de gran parte de las relaciones sociales. Aumenta la dependencia de la familia, lo que comporta mayores dosis de soledad, que, en ocasiones, se ven alimentadas por episodios de mala salud. Normalmente, el síndrome desaparece después de un periodo. El hombre es un animal de costumbres, pero también existe Darwin. La solución es adaptarse.

4. Frustración

Los males de la jubilación no se supeditan en exclusiva al ambiente de trabajo. Gallardo asevera que la etapa tiene un gran componente de frustración. El trabajador observa que la realidad no se corresponde con lo que pensaba. El nuevo periodo no es una condena, pero tampoco una fiesta continua de viajes en crucero y paraísos postergados durante cuarenta años.

5. Preparación

Gallardo, profesor de Psicología Evolutiva, da las claves para evitar el trauma. Los sano es ejecutar las diferentes fases. La prejubilación, por ejemplo, debe ir encaminada a preparar psicológicamente al trabajador para que acepte que tendrá que abandonar su puesto, que no le pertenece, que hay que dejar el sitio para una persona más joven. En la jubilación, distingue varios periodos. El primero, el más gozoso, en el que se intenta hacer lo que estaba vetado por el compromiso de trabajo. Luego, resalta, aparece otra etapa de rutina, con actividades repetitivas, precedidas por un tiempo de reorientación, en el que se buscan nuevas ocupaciones adaptadas a las características físicas y psicológicas. La más avanzada es el descanso generalizado.

6. Asunción

La diversidad también marca la manera de encarar la nueva etapa. El profesor ha estudiado algunas de las pautas más comunes. Lo más frecuente es que el trabajador se desvincule paulatinamente del entorno laboral, alejándose de las relaciones sociales. En un principio, intenta vivir en solitario con su pareja y luego se relaciona con personas con las que se identifica. También están los casos en los que se busca la compensación de otras actividades, en general, de calado altruista, que ocupan las mismas horas.