Michelle Obama no sólo paseó el miércoles por Marbella. También compró y cenó en el casco antiguo. Fue un recorrido corto pero intenso. Especialmente para los «elegidos» por la primera dama, que se decantó para comprar por un comercio de artesanía y varios de ropa y complementos. Y, para cenar, por un céntrico restaurante de cocina andaluza. Ramón del Pazo, dueño del restaurante Buenaventura Plaza, no se sorprendió. «Desde hace dos semanas, distintos miembros de su séquito visitan el restaurante, por supuesto sin identificarse».

Michelle Obama y otros 18 comensales ocuparon varias mesas redondas del patio del restaurante. Antes, fue inevitable la visita de los perros que rastrearon el establecimiento.«Pidieron a la carta y optaron por los pescados y mariscos del día», detalló Ramón. Todo acompañado por un vino tinto Rivera del Duero y, para cerrar, un Moscatel malagueño. De postre, degustaron los típicos del Buenaventura: torrija de almendras y tartita caliente de chocolate. Las niñas salieron para comer helado.

Durante la cena, recibieron una llamada. Se trataba del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, al que la comitiva le cantó el «cumpleaños feliz» al unísono para celebrar su 49 aniversario desde la distancia. Michelle Obama aún no le ha comprado ningún regalo a su marido en Marbella. Hasta ahora se ha dedicado a su hija y a sí misma, pero sin despilfarrar. Sus compras no superaron los cien euros. Los invirtió en un vestido para ella y una falda para su hija en la tienda Blanc du Nil, señaló a este diario la tendera, Karen. En su recorrido por el casco antiguo, se detuvo ante un llamativo escaparate de la calle Virgen de los Dolores: el de la tienda de artesanía Samira-Handicraft. «Se interesó por las miniaturas pero no compró nada», explicó su regente, Juana Rueda. Eso sí, le divirtió verse a sí misma en el interior del comercio. Juana tiene un recorte de periódico en la pared con su fotografía. «Me preguntó que por qué tenía su foto y le dije que porque era un orgullo recibirla en la ciudad. Michelle sonrió», añadió. La primera dama no pidió que cerraran la tienda para ella. Y en el restaurante, exactamente igual. Junto con los 17 comensales que la acompañaban, comieron también los habituales clientes. «Después de la comitiva entraron todos los que tenían mesa reservada sin problemas».