Saturnino Moreno tiene muy poco de gurú. Lo suyo es trabajar con el dato, confrontar hipótesis, medir las evidencias de un reto que no por ser planetario excluye la realidad más cercana. Su responsabilidad al frente de la Agenda 21 lo sitúa cara a cara con los efectos del cambio climático en la provincia. El último informe no es muy alentador. El consumo y la contaminación se han disparado.

¿Cómo ha evolucionado el nivel de sensibilización de la sociedad en los últimos años?

Está claro que se necesita mucha más concienciación. El cambio climático forma parte de las agendas de debate, pero hay una gran distancia entre decir y hacer. La participación casi se reduce, en exclusiva, a la gente que está muy concienciada. Falta actuaciones para disminuir sus efectos y en ámbitos como la cultura del transporte.

¿Las administraciones no están comprometidas?

Las administraciones tienen mucho que hacer al respecto, porque su actuación puede ser ejemplarizante. Lo que pasa es que, en la mayoría de los casos, el compromiso no es todo lo serio que debiera. Le pongo un ejemplo: los países que suscribieron el protocolo de Kyoto, en 1990, no sólo no han reducido sus emisiones en un 15 por ciento, como estaba previsto, sino que las han incrementado en 40 puntos. Los gobiernos tienen una gran responsabilidad en aspectos como la apuesta por las energías renovables y la eficiencia de los edificios.

Uno de los grandes agentes de contaminación de Málaga es el tráfico. ¿Cambiará mucho el escenario con el Metro?

El Metro, al igual que el tren litoral, son proyectos muy interesantes, pero lo que realmente debe cambiar es el uso abusivo del vehículo privado. Existe una tendencia muy peligrosa a emular el modelo urbanístico anglosajón, a vivir en zonas aisladas, lo que en países como Estados Unidos ya ha sido tachado de perjudicial por el consumo de energía que comporta. Lo ideal es que se redujese el automóvil a usos no urbanos.

Imagino que se requiere un cambio cultural...

Sí, digamos que lo que ha ocurrido es un efecto yoyó entre el transporte y el urbanismo. Tradicionalmente la ciudad era compacta y ahora parece que está hecha a la medida del automóvil. Debemos esforzarnos en recuperar la sostenibilidad de los espacios, apostar por un modelo de producción que incorpore esta premisa en su engranaje.

¿Eso no es una quimera?

Se trata de una cuestión necesaria, no de un capricho. Aunque no se produjese el cambio climático, no se puede mantener el actual derroche de energía. El modelo no puede ser una espiral de consumo y producción a gran escala, eso es una cultura irresponsable, perjudicial, incluso, para los que la promueven. La huella ecológica, por citar algún indicador, señala que si todo el mundo mantuviera nuestro ritmo de demanda y nuestra forma de vida necesitaríamos los recursos de tres planetas.

¿Le molesta que se relativice la importancia del cambio climático?

El cambio climático es un problema de primera magnitud y no sólo a nivel ambiental, sino también social y económico. Todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión, pero no estamos hablando de un grupo de presión, sino de una evidencia científica, con efectos que se empiezan a sentir y que pueden ser bastante más severos en un plazo de cincuenta años.

Supongo que Málaga no está exenta de sufrir esos efectos...

Málaga, al igual que el resto del Mediterráneo, es muy susceptible a la hora de detectar este tipo de cambios. Especialmente, por las particularidades de su clima, caracterizado por lluvias invernales y sequías prolongados. Los expertos hablan de un escenario con expertos fundamentados en una alteración de ese clima, que podría prolongar la falta de agua.¿Cuáles son los puntos de la provincia con mayor grado de consumo de energía y de emisión de gases?

Sin duda, la Costa del Sol, por su presión demográfica, que lleva aparejados otros problemas como la contaminación lumínica. Ahí estarían justificadas medidas como la penalización de los consumos más altos.