Francisco José Martín Jaime (Málaga, 1970) muestra su fuerza creativa en las partituras, construyendo unos mundos musicales que comenzó a explorar cuando sólo tenía tres años, gracias a la impagable compañía de su madre, María José Jaime, cantante de ópera, quien le enseñó a amar la música.

Desde entonces, no ha dejado de componer, algo que a su juicio representa en su vocación musical «lo más doloroso pero también lo que más realiza». Las 59 obras que ha compuesto hasta la fecha incluyen un concierto para piano que le convirtió en 1997 en el único andaluz, hasta el momento, en recibir el Premio Reina Sofía de Composición.

Mañana, este director de orquesta, que dio su primer concierto de piano a los seis años, mostrará a los aficionados a la música su última creación, Graal (grial), un encargo con motivo del XX aniversario de la Orquesta Filarmónica de Málaga, que podrá escucharse en el Teatro Cervantes a partir de las 20.30 horas y el sábado a las 20 horas. Dirigirá la orquesta Edmón Colomer.

«Por las dimensiones, recursos y por la duración es una sinfonía pero como obra no tiene esas aspiraciones y es, a la postre, un poema sinfónico», explica Francisco Martín Jaime, aunque tampoco la etiqueta de poema sinfónico le convence y señala que «la única forma de comprenderla es oírla».

Pero la carrera de este malagueño, que por segunda vez estrena paternidad (hace tres meses nació su hijo Ruy), no sólo transcurre por tierra. Durante quince años, Francisco José Martín Jaime ha sido piloto y hasta dirigió una escuela de aviación. «Estudiaba piano de 10 a 12 horas diarias y cuando empecé la dirección de orquesta entraba por la mañana y salía por la noche. Me planteé dar un giro y dedicarme a otra cosa».

Piloto de 1.500 horas

Este cambio radical, apoyado como siempre por su madre, le ha dejado un poso de 1.500 horas de vuelo, el cargo de comandante y, en su momento, la oportunidad de dejar los estudios en el colegio San Estanislao y marchar a Barcelona, donde además de convertirse en piloto siguió componiendo. «Cuando me fui en los años 80 resulta que estuve haciendo un alarde de posmodernidad sin saber que existía», bromea.

A la hora de componer, recuerda, «pensaba que no tenía por qué renunciar ni a los procedimientos de vanguardia ni a los tradicionales y no tenía por qué meterme en una corriente determinada».

Además, confiesa que cuando se trata de crear, «no se puede pensar en el público, porque si no, no sale una obra de arte sino un producto comercial».

Los aires germánicos de Graal, que aunque no es música programática cuenta con indicaciones para el espectador con títulos en español y en alemán, entroncan con sus gustos personales, pues entre sus compositores más queridos se encuentran Beethoven, Liszt, Wagner, Bruckner, Richard Strauss, Mahler y Wolfgang Korngold, todos del universo germánico y austrohúngaro.

No es de extrañar por tanto que uno de sus momentos más inolvidables fuera el estreno en 2000 en Viena, capital musical de Europa, de su Homenaje a Joaquín Rodrigo.

En su faceta como director, con la formación que más trabaja es con la Orquesta del Conservatorio Superior de Música de Málaga, formada por los alumnos más preparados, aunque ha dirigido orquestas como la del Liceo de Barcelona, los Hungarian Virtuosi, el Teatro Lírico Andaluz o, por supuesto, la Orquesta Filarmónica de Málaga. En la actualidad también imparte clases de Dirección de Orquesta en el conservatorio malagueño.

Su currículum, de hecho, dura tanto como una sinfonía de Mahler y no deja de enriquecerse con nuevos movimientos porque tiene encargos comprometidos hasta 2013 y muy pronto estrenará una sinfonía con la Orquesta Filarmónica Ciudad de México.

¿Se puede vivir de la música clásica en un país tan poco seguidor de esta expresión artística como España? «Hacerse rico no, vivir sí», destaca.

Francisco Martín Jaime ha cumplido el sueño de su infancia y es un músico feliz que sigue creando mundos llenos de sonidos y, sobre todo, de mucho trabajo.