La familia de Aysha King quería vender un piso de su propiedad que hace años compraron en Estepona para pagar un tratamiento menos invasivo que la quimioterapia y la radioterapia: la terapia de protones. Este tipo de tratamiento, cuarenta veces más caro que el habitual, requiere de una máquina cuyo precio es de 70 millones de euros, por lo que no todos los centros pueden incorporar este servicio a sus instalaciones.

Según los expertos, la terapia de protones en lugar de rayos X emplea protones, que ocasionan menos daños al paciente, al que libra también de los efectos secundarios de otras terapias como la quimioterapia o la radioterapia. Se trata de una radioterapia externa (RTE) que usa un haz de protones para irradiar el tejido afectado por un tumor.

Pero no sirve a todos los pacientes. Está especialmente indicado para tratar cánceres de próstata, pulmón, hígado, esófago y cerebro, así como para el tratamiento de linfoma, cánceres pediátricos y tumores de difícil acceso.

De momento, este tipo de terapias, muy costosa, es de difícil acceso. Hay un centro en Houston (EEUU) y uno en Praga a dónde acuden pacientes de todo el mundo. En España no existe ninguno, aunque hace apenas un año investigadores de la Universidad de Huelva informaron de que estaban trabajando en un acelerador lineal superconductor de iones (Lince) que permitiría una serie de avances industriales, pero sobre todo médicos, ya que conllevaría la posibilidad de instalar la protonterapia.

Además del tratamiento del cáncer con protonterapia, el acelerador tiene otra aplicación médica que es la producción de radioisótopos, empleados en medicina nuclear para el diagnóstico y tratamiento del cáncer y otras enfermedades. Con aplicaciones en investigación nuclear, industriales, médicas, e incluso en la industria aeroespacial, -ya que se podría saber qué materiales podrían soportar la radioactividad en el espacio-, este proyecto se podría hacer por fases.