El coche de lujo encuentra un hueco en el Llano de Doña Trinidad, en El Perchel, y de él desciende un hombre cargado de camisetas y regalos para Alejandro Navarro. «Voy a comprarle un ordenador especial, diseñado para niños con parálisis cerebral, que se puede usar con las manos o con la boca», explica nada más bajarse del vehículo.

Es afable, cercano y se confiesa emocionado por conocer, al fin, al niño y a la familia a la que ya ha traído la alegría: les ha prometido una casa. Porque este empresario de Ibiza, que prefiere permanecer en el anonimato, se sintió conmovido por el caso de esta familia malagueña -publicado en varios reportajes desde el año pasado por La Opinión- que llevaba 13 años pidiendo al Ayuntamiento de Málaga y a la Junta de Andalucía un piso en una planta baja o con ascensor, para que su único hijo, Alejandro Navarro Sarmiento, pudiera salir con facilidad a la calle en un carro, pues en la actualidad tiene que sortear dos tramos de 35 peldaños en total.

En estos 13 años, la familia sólo recibió dos propuestas: un piso en el Centro, en un corralón con cerraduras arrancadas y papelinas en el patio central, que descartaron por no ser adecuado para el niño y otro en El Atabal, al que tuvieron que renunciar por la lejanía, ya que deben llevar a su hijo a rehabilitación al Hospital Civil y no tienen dinero para el autobús. Los padres, Juan José Navarro e Inmaculada Sarmiento, están en paro y viven con los 400 euros al mes de la pensión de su hijo.

Por este motivo, el empresario se puso en contacto con La Opinión de Málaga para que actuaramos de intermediariosLa Opinión de Málaga y poder ofrecerles una casa. «Esto es una injusticia, me ha dolido y no puedo mirar para otro lado», explica mientras cruza el Llano. Nada más llegar al corralón de viviendas sociales de la Junta, gestionadas hasta el año pasado por el IMV, tras subir los insalvables peldaños para Alejandro, saluda a los emocionados padres y va al encuentro del niño: «Mira lo que te he traído, para que estés cómodo». Y de una bolsa saca un reposacuellos, pero también camisetas de la selección española y de otros equipos.

Alejandro muestra una sonrisa de oreja a oreja y con el paso de los minutos dirá algunas palabras. El empresario acaba de prometerle que visitará Ibiza para conocer a un deportista de talla internacional que el niño admira mucho. Los padres no saben qué decir. Llevan viviendo en un sueño desde el pasado 12 de abril, cuando este hombre generoso les comunicó la decisión de regalarles una casa, que además estará adaptada para su hijo.

«La vida es dura pero vuestra situación es más dura todavía. ¿Por qué para las elecciones hay dinero y para este caso no?, los impuestos no se destinan a un caso prioritario como éste, no tendría que venir un empresario a dar dinero sino que las instituciones tendrían que haberse hecho cargo», argumenta y considera incomprensible la falta de respuesta durante 13 años a un problema tan urgente como el de la familia Navarro.

«He trabajado toda mi vida»

«Soy un empresario, he trabajado toda mi vida, ahora la vida me sonríe y ayudaré a todo el que pueda», resalta. Y para demostrarlo una vez más, comenta que le gustaría asignar una cantidad mensual a Alejandro, para aliviar su situación, pues lo padres no pueden darle todo lo que necesita. Los dos están sin empleo. Inmaculada, trasplantada de riñón, era limpiadora y Juan José, con fuertes dolores de espalda y en rehabilitación, trabajaba en la construcción hasta la llegada de la crisis. Por todo ello asegura: «Quiero que sus necesidades estén cubiertas muchos años».

El encuentro dura media hora. Debe marcharse a otro punto de Andalucía por negocios, pero volverá. Está tan feliz como la familia. Inmaculada y Juan le despiden con un sentido abrazo, mientras asoman las lágrimas.

Alejandro, que se recupera de su cuarta operación (lleva tres de cadera y la última por rotura de fémur), vuelve a exhibir una ancha sonrisa mientras su benefactor desaparece por la puerta. Ayer, Inmaculada reconocía que poco le faltó para llorar como una Magdalena. Alejandro durmió esa noche con la camiseta de la selección española, regalo de la persona que le va a cambiar la vida. Un ángel llegado de Ibiza que prefiere guardar el anonimato y que ya forma parte de la vida de Alejandro.