Una formidable colección de relatos, publicada en Estados Unidos a mediados del siglo XX con el simple título de ´Nueve cuentos´, abría sus páginas con una cita nada simple: "Conocemos el sonido de una palmada de dos manos, pero, ¿cuál es el sonido de una palmada de una mano?". Se trataba, como figura anotado en el propio libro tras la cita, de un koan zen. El koan, genuino de esta escuela budista, es un enunciado problemático que contiene una enseñanza, y siempre debe ser resuelto intuitivamente, al margen de la lógica. Ya por entonces, en 1953, se afanaban los críticos literarios y los sociólogos ilustrados en hallar como fuere, dentro de la lógica o intuitivamente, alguna explicación al éxito rotundo que, desde su publicación dos años antes, estaba obteniendo ´El guardián entre el centeno´, novela del mismo autor, un neoyorkino casi impenetrable llamado Jerome David Salinger.

Desde entonces a hoy, tanto el creador como la obra han ido acrecentando su fama y alcanzando un prestigio universal, hasta el punto de merodear ambos, tal vez a su pesar o no, por el pantanoso terreno de lo legendario. En nada me interesa ahora la cristalización de la persona Salinger en personaje misterioso, objeto de anhelado conocimiento para la prensa y la mitomanía popular. Tampoco resulta significativa, salvo en el plano de la sociología, el hecho de que se haya tejido una leyenda urbana, según la cual nueve de cada diez desequilibrados mentales, entre ellos el asesino de John Lennon y el perturbado que acosó a Jodie Foster y atentó después contra Ronald Reagan, tenían este libro como el suyo de cabecera. La ascensión imparable de la novela sí me parece un dato interesante. En principio, su argumento y desarrollo son bastante simples de resumir, ya que narra el recorrido por la ciudad de Nueva York, durante poquísimos días, del adolescente Holden Caulfield. Merced al artificio literario, las anécdotas que le ocurren se adelgazan artísticamente, teniendo apenas otro propósito que el de servir a la intención primera y última del narrador: mostrar que la hipocresía es el motor de la vida social, lo que equivale a decir, en gran parte, de la vida humana.

A raíz de la reciente muerte de Salinger, se han desatado los comentarios sobre la novela, llegándose a dictaminar que la clave de su popularidad ecuménica radica en que Holden Caulfield representa, a ojos de la sociedad norteamericana y sus colonias intelectuales, el supremo rebelde con causa, James Dean en lontananza, o incluso sin causa, cuando lo cierto es que Holden no se rebela verdaderamente en ningún momento. El adolescente funciona siempre como el personaje que sólo observa un mundo degradado, porque en él reina y gobierna, sin discusión, la hipocresía. He ahí, a mi entender, la lógica del éxito, acaso también del prestigio, de ´El guardián entre el centeno´, una soberbia palmada literaria a una mano cuyo aparente silencio deviene en sonido sordo, grave, murmurador, certero en nuestras conciencias, incitándonos a concluir que ahí afuera sólo existe un huracán de personas a las que apenas conoces, y un aire de carnicería sin ventilación por todo el mundo. No parece difícil aceptar como propia la propuesta de Salinger: para qué todos los demás que no pertenecen a tu mundo.