Iba para probo obrero honrado y se quedó en pobre Rey Mago. Nacido entre los hedores de las huelgas de Limasa, aquella cíclica fiesta de la peste que los malagueños saludaban cada año con la indiferencia habitual de quienes están acostumbrados a vivir entre falsas promesas, mentiras podridas, olores fétidos, beneficios de empresa, montañas de porquerías, fotos de los turistas, amenazas de despido, aquel rey del futuro creció entre mierdas y , mientras veía por las ventanas cómo se reunía el alcalde y los sindicatos para tratar los eternos convenios, tenía la sensación de estar asistiendo a operaciones quirúrgicas en las que los cirujanos llevaban mascarillas de protección de virus y asquerosidades, intentó juntar todas sus fuerzas, durante su olorosa infancia, para ser, el dia de mañana, un obrero honrado, aquella especie de la que tanto hablaban los mayores.

Las huelgas de limpieza, cuando él nació, todavía conservaban su nombre original. Fue al cumplir los cinco años que ya empezó a llamársele formalmente la Feria Merdellona, nombre definitivo (con logotipo vomitivo incluido) que fue utilizado hasta por la delegación de Turismo, que la llevaba a la World Travel Market (WTM) y a la Internationale Börse Berlin (ITB), por cierto con indudable éxito. Algunos grupos italianos respondían a los reclamos publicitarios que se expandían por Europa, y se presentaban en la Feria Merdellona con toda suerte de adornos repelentes y pestosos. Los chinos, llenos como siempre pero ahora con peores olores, hacían su agosto vendiendo sobras a los guiris y a los autóctonos.

En tanto la mediocridad mierdosa de la Feria Merdellona alcanzaba un mérito indudable que incluso se posicionaba en los concursos internacionales que empezaron a prodigarse por Europa, los proyectos personales de trabajo se diluían en el agua sucia como azucarillos caducados. El que aspiraba a profesional de la banca debía convertirse en la sombra de Rato y actuar como guardaespaldas en plan lapa. Esa pegajosidad no garantizaba un puesto de botones, aunque a los Ratos banqueros los convertía en cortes de los milagros arrastrando las babas por la calle Larios. En cuanto a los inocentes que soñaban con ser trabajadores honrados, bomberos decentes, médicos dignos, periodistas íntegros, empleados de la limpieza limpios, jueces éticos, y todas las actividades que antes formaban ese sistema tan antiguo llamada estado del bienestar, todos esos podían ir despidiéndose de un futuro tan retrógrado y echar la caña en las aguas del otro futuro, el de los trabajos de menor cuantía pero de mayor relevancia social.

Desechada casi por completo su ilusión por ser alguien en medio de tanto excremento callejero, el ya ex aspirante a obrero honrado, indagó qué otras especialidades podían ser buenas para crear una familia.

Seguía con la convicción de que, según le contaban la familia, su abuelo habia sido una buena persona, porque Málaga, por aquel entonces, era una ciudad que estaba llena de buenas personas. Un sindicalista honrado era un sindicalista honrado, aunque en realidad él no llegó a entender nunca el sentido de las dos palabras juntas. Estaba seguro, eso sí, de que su abuelo había sido alguien en un sistema llamado del bienestar (roto en su propio beneficio por una pandilla de sinvergüenzas de Bruselas, Wall Street, Bankia, Génova, Gürtel); un sistema social que, al decir de unos pocos, había dado al pueblo sanidad gratuita, educación pública, puestos de trabajo, derechos de la mujer. Y no como ahora, que solo le dan al pueblo mierda apiñada en montañas callejeras.

El aspirante a obrero honrado tuvo la inmensa suerte de colocarse, al final, como Rey Mago.

*Rafael de Loma es periodista y escritor

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