El futuro del Málaga Valley está más en el aire que nunca tras la retirada de la subvención de 175.000 euros anuales acordada la semana pasada en el pleno del Ayuntamiento con el voto en bloque de toda la oposición. El trabajo del club, una iniciativa mucho más opulenta que efectiva, ha estado desde sus inicios en el punto de mira de las críticas por su elevado coste y por la falta de resultados tangibles para la ciudad. Tampoco el talento local ha tenido nunca el necesario protagonismo que se le exigiría a una cita ideada para mostrar el rostro de la Málaga tecnológica, ya que las ponencias se adjudicaban siempre a los presidentes y altos directivos de las multinacionales asistentes. Sólo en las últimas ediciones se ha tratado de enmendar el error de la cercanía dando algo más de voz y de presencia al empresariado de aquí, aunque para entonces posiblemente ya era tarde y había cierto desafecto ante una cita considerada de excesivo politiqueo. Las sesiones han ido además, por lo general, decreciendo progresivamente en interés, al tiempo que algunos de los primeros espadas del sector que comenzaron acudiendo a las mismas iban haciendo mutis por el foro. El propio concejal de Nuevas Tecnologías, Mario Cortés, admite que el modelo de reuniones está agotado y que hace falta una vuelta de tuerca, aunque defiende la continuidad del club. Y es que De la Torre y su equipo sostienen que el Málaga Valley ha aportado numerosos «intangibles» y que se ha convertido en la mejor carta de presentación de la ciudad a nivel tecnológico. Lo cierto es que para tratarse de una tarjeta de visita, de un escaparate cuya rentabilidad es incuantificable, resultaba bastante caro para las arcas municipales, que han destinado 1,3 millones de euros al club durante los últimos diez años. El presidente del Málaga Valley, Javier Cremades, reconocía también en la última reunión celebrada hace diez días en el Teatro Echegaray la necesidad de una reinvención y anunciaba un balance de resultados con motivo del décimo aniversario, que se cumple en 2016. Tras la decisión del pleno, habrá que ver en qué condiciones puede celebrarse tal onomástica. Al Ayuntamiento no le queda otra que recurrir al patrocinio privado para mantener la cita. Bien mirado, es la mejor salida que le quedaría al club: si a las empresas que lo integran les importa, el dinero saldrá de alguna parte. De lo contrario, será que había más formalismo que interés. Y si eso resulta ser así, la conclusión es que nadie echaría de menos el Málaga Valley.