Tintinea el verano, todavía hecho de solanas y barruntos, pero ya con su descarga oficial. España, ese sueño gazmoño, se recrudece bajo la persiana y en su pachorra clásica sólo quedan un par de cosas, con permiso de las elecciones, que dilucidar: saber, para bien o mal, si usted es de los que preferirían ser torturado con la canción de la Eurocopa o con el himno salsero del PP. De la primera quizá haya mucho que decir. Sergio Ramos se ha metido a compositor y se ha formado tal escándalo que a los jugadores no les ha quedado otra que tirar de lascivia e irse de fulanas para distraer al personal. En este país todo se mueve con la teoría del falso 9, que consiste en que la gente haga siempre y a ser posible en exclusiva lo que nunca tuvo que llegar a hacer. Ramos en la música, Bertín en el periodismo o Rajoy en el Gobierno, donde parece que lo han colocado para dar nuevos lustres a las oposiciones de inspector. Pronto habrá noticias al respecto y veremos en qué queda el líder más abúlico que ha tenido la política desde que a Fraga le dio por dejar de hablar hacia adentro y ponerse a dormir. De todo el mercadeo de propuestas con el que avanza la campaña hay una que se antoja tan esencial como para recibir el título de populista que el PSOE y el PP se reservan para lo que no están dispuestos a cumplir. Hablo de la prohibición de las puertas giratorias y del cobro de favores, tan frecuente en la administración. Es alarmante que un país que se proclama democrático permita que haya personas enriqueciéndose por las decisiones que adoptaron cuando desempeñaban sus cargos. Y no es un hecho marginal. Matrimonios como el de Aznar y Botella han disparado su patrimonio privado a raíz de su paso por las instituciones, sin su servilismo a Bush costaría entender que un tipo chaparro de Valladolid acabara de consejero de Rupert Murdoch o que su mujer, ducha en idiomas, fuera premiada por sus fracasos en la capital con un puesto de consejera en la Organización Mundial de Turismo. Ha pasado y sigue pasando, haciendo cada vez más tenue la frontera entre lo legal y lo legítimo y abarcando a toda clase de vacas sagradas, algunas protegidas con especial y contradictorio celo por la Constitución. Un presidente elige también qué tipo de expresidente quiere llegar a ser y en eso Zapatero, pese a sus fiascos políticos, es el único que, de momento, ha estado mínimanente a la altura. Que en España sea posible meterte en política y retirarte con un avión privado o con una facturación por conferencias de más de 2 millones de euros al año deja entrever las costuras de la infamia, la megalomanía y la catadura ética de nuestros prebostes. Aznar y Felipe van por el mundo administrando lecciones, arrogándose una sabiduría y una heráldica en la historia que cada vez tiene más de comedia bufa, patología y autojustificación. En el caso Noós se investiga en gran medida si el duque se aprovechó de su puesto para obtener contratos. El mecanismo tiene eco. Lástima que no sea también judicial..