Una cama quejumbrosa y sin sábana. Un pasillo que anhela bullicio, un congreso de ácaros, habitaciones con fantasmas, silencio, piscinas vacías, una tumbona con el espinazo roto y un bufé de desayuno ayuno de adminículos, objetos, tazas y café. Nadie. Sesenta hoteles de la Costa del Sol han cerrado a causa del invierno.

El invierno es una causa además de una estación. Diríamos también que es una consecuencia. Decía Jorge Guillén que «lo importante son los amigos y el resto es selva». En turismo, lo importante es el sol y la playa, el clima. El resto es selva. Estacionalidad. La oferta complementaria está muy bien pero complementa a las horas en las que no hace sol, que es cuando uno se va a cenar a restaurantes de estrellas Michelin o a la tasca Pepe. No falta quien dice que ya comienzan los días buenos, que ya anochece un pelín más tarde. Pero aún hace frío como para zambullirse en el Mediterráneo y anhelar tener branquias o para extender la toalla de muertos colores en la arena y dejar que la tez oscurezca. El invierno es un recepcionista uniformado de brazos cruzados mirándose al espejo en casa. Diciéndole a su esposa que su habitación es la número dos y que si desea que se le sirva el desayuno. Tal vez para no oxidarse se lo diga en alemán. Una pena. Paro. Discontinuidad.

El ruido que hace batir el récord de pernoctaciones no se escucha por el portazo de un hotel que cierra. En el horizonte está la Semana Santa, floración, renacer, primavera, apertura, chanclas que salen del armario alegres y como rejuvenecidas en sus tonalidades. Las plazas cerradas en la Costa del Sol suponen el 35 por ciento del total, lo cual es mucho suponer. Más de un tercio. Cerrado por invierno. Los turistas son como las bicicletas, para el verano. Los hosteleros ansían el sol. A no ser que sean hosteleros de Sierra Nevada o los Alpes, que entonces lo que quieren es nieve. Nunca nieva a gusto de todos. No es menos cierto que aunque cierre un alto porcentaje de hoteles también es verdad que hay muchos más que hace unos años (Málaga ciudad es el ejemplo) y que asistimos a una eclosión de los pisos y apartamentos turísticos. Hay gente alquilando el sofá. Podríamos alquilarle el invierno, o vendérselo, a otras latitudes donde lo necesiten más. Aquí, de puro corto, se hace muy largo.