Una marca de coches dio con el anuncio perfecto cuando Fernando Alonso corría para McLaren. Se encontraba con Lewis Hamilton en un semáforo y competían por ver quién cruzaba primero; llegaban a un hotel y se lanzaban a un sprint para registrarse, lo mismo para subir a la habitación, al pedir la comida… Era la representación amable de una gran rivalidad, amplificada más tarde por cuestiones extradeportivas, espionaje y demás. La fama de piloto del asturiano no menguó por aquello. Ferrari lo reclutó hace sólo unos meses y con su llegada creció el morbo por conocer cómo sería su vida junto a Felipe Massa.

El comportamiento de los pilotos es hasta ahora ejemplar. En la pista, y también fuera, una actitud de acuerdo a la perfecta política de equilibrio de la escudería, llevada hasta el extremo. De momento, la cosa funciona. Alonso lidera el campeonato con solo cuatro puntos más que su compañero y el equipo manda en la competición de constructores.

Que cada uno tenga su cuota de protagonismo, que se sienta importante, querido en el equipo y que el acceso a los medios técnicos sea el mismo. Una receta sencilla para triunfar, a la espera de que sean la pista y el avance del campeonato los que decidan el rol de cada uno. Entonces no habrá opciones para la queja.

La carrera del domingo en Australia fue el último ejemplo de una estrategia pensada al milímetro para garantizar la buena convivencia al amparo del ´cavallino rampante´. Pero eso fue después de la salida, cuando Massa le devolvió a Alonso la pelota de Bahrein. Allí, el asturiano le devoró en la maniobra inicial, un adelantamiento de libro para empezar a construir la victoria. En Albert Park pasó lo contrario, con el español despistado en el arranque (sus neumáticos patinaron en las línea blanca de meta y perdió tracción) y el paulista a cargo de una maniobra de alta escuela. Empate a uno.

Luego se encontraron en la pista, cuando Alonso pudo recuperarse del resbalón inicial y del trompo por un golpe con Button. Es cierto que durante algunas vueltas rodaba más rápido pero ni tenía coche para irse a por los de cabeza (sus neumáticos empezaban a resentirse) ni pudo adelantar a Massa cuando lo intentó tímidamente. No hubo órdenes desde el muro, pero el español entendió que debía guardarse y asegurar el cuarto puesto para que el otro coche del equipo alcanzase el suculento podio.

"Felipe no es mi enemigo, puede ser un rival, pero no un enemigo". La frase es de Fernando Alonso y define su actitud. Al primero que quiere ganar es a su vecino de box pero no piensa sacrificar el sueño de haber llegado a Ferrari por polémicas estériles. Massa, expectante ante la llegada del nuevo fichaje, ha entrado poco a poco en situación y le brindó la información imprescindible para un recién aterrizado.

No son amigos y la relación entre ellos está lejos de la que puede tener Alonso con otros como Fisichella o Robert Kubica. Pero su abrazo amistoso tras el podio de Bahrein fue definitorio. Son compañeros de trabajo y se felicitan cuando han tenido un buen día en la oficina.

Cambio de motor. En las horas previas a la primera carrera del año, hace un par de semanas en Bahrein, cundió el pánico en el mundo Ferrari por una inesperada sustitución de motor en ambos coches sólo un rato antes de la salida. ¿Qué pasaba? ¿Problemas serios?

El de Massa había dado un aviso y generaba dudas, así que decidieron reemplazarlo. A Alonso se lo cambiaron de modo preventivo. ¿Qué habría pasado si el propulsor del asturiano "casca" en la carrera y el otro coche gana con el suyo reluciente? ¿Se podría echar en cara a los técnicos no haberse protegido por duplicado? Así lo hicieron y el resultado fue un eficaz doblete.

Comunicación. El trato equidistante llega también a los asuntos de comunicación. Cada piloto tiene en su escudería asignado un agente de prensa para toda la temporada. Con Massa trabaja desde hace años Stefania Bocci, que siente especial admiración por el brasileño y que ha sabido cultivar una relación muy cercana con su entorno familiar: sus padres y su mujer, Rafaela.

Se fue Kimi Raikkonen y quedó libre Luca Colajanni, que ejerce también de jefe de comunicación en la casa. ¿El recién llegado con el jefe? No sería tan raro pero otra vez la política de igualdad apareció en escena. Así que entró en juego Roberta Vallorosi, persona de confianza en el departamento de prensa, que pasó a encargarse de Fernando Alonso. Ella le acompaña en el circuito cuando le toca cumplir con los diferentes medios de comunicación y así dejan a Colajanni al frente de la nave. Puro idilio de igualdad bajo el techo rojo de Ferrari.