Cualquier entrenador, de baloncesto o de otro deporte, hablará de los «pequeños detalles» como aspecto a tener muy en cuenta a la hora de decantar la balanza en partidos en los que los dos equipos son de gran nivel y la igualdad es máxima a lo largo de la mayor parte del choque en cuestión.

Lo mejor del envite de ayer noche en tierras helenas, sin duda alguna y como en los últimos años, afortunadamente, fue el comienzo una temporada más de la Euroliga. Por muchos años que llevemos participando en ella no conviene olvidar el privilegio de poder estar compitiendo con los mejores equipos de Europa. Es cierto que ayudó ayer a darnos cuenta de ello el comenzar en el mítico Pabellón de la Paz y la Amistad, donde juega sus partidos el actual campeón, el Olympiacos. Pero independientemente del escenario, hay que darle todo su valor e intentar disfrutar cada minuto de juego en esta magnífica liga europea.

Dejando a un lado la satisfacción por volver a estar con los grandes de Europa, cualquiera que vea hoy el resultado final del partido podría considerar algo normal e incluso bueno el desenlace final del mismo. Perder en la pista del doble campeón y hacerlo por un marcador relativamente ajustado puede parecer lógico. Sin embargo, todos los que tuvimos la suerte de poder ver el encuentro nos quedamos con la sensación de que se perdió una buena oportunidad de haber estrenado la temporada continental con un triunfo de prestigio y con una dosis extra de moral y de confianza.

Tras tres cuartos afrontados con mucha personalidad y con gran juego tanto defensivo como en ataque, llegó el terrible parcial de mas de veinte puntos que endosó el conjunto del Pireo a los verdes y que acabó con el buen trabajo desarrollado en la pista helena. Ése es uno de los pequeños detalles que cayeron del lado griego. Jugando fuera de casa no te puedes permitir encadenar errores que metan en el partido al conjunto local, más si el rival es un conjunto del carácter del Olympiacos y que juega empujado por sus fieles y ruidosos seguidores.

Cuando se quiso dar cuenta el Unicaja, Spanoulis y compañía habían cobrado una ventaja que son unos auténticos maestros en administrar en beneficio propio.

El partido se escapó a final en un cúmulo de pequeñas cosas que cayeron del lado heleno, errores en el pase y falta de acierto en el tiro, falta de concentración en defensa que permitieron tiros cómodos, mal balance defensivo tras pérdida, ataques con menos agresividad y peores bloqueos€

Demasiados detalles para lograr un triunfo ante un conjunto, el griego, al que tampoco podemos quitar mérito y que realizó un gran último cuarto, principalmente en defensa.

*Dani Romero es ex jugador del Unicaja