­Había llegado casi por sorpresa a la elite. Un equipo de niños, de jóvenes canteranos, bien acompañado por el ruso Babkov y los americanos Ansley y Miller, hizo tambalear el poder establecido en aquella final de la ACB de 1995 y disputando, con Javier Imbroda en el banquillo, la Copa de Europa del siguiente curso. Luego el equipo, con una estructura semejante, compitió sin tanta suerte hasta que la entidad decidió dar un impulso clave, para dotarlo de más recursos en la ACB y asentarlo en Europa.

Bajo la presidencia de Ángel Fernández Noriega, el Unicaja fichó al que era el entrenador más laureado en la historia del básket europeo, Bozidar Maljkovic. Era el verano de 1999. La apuesta de la entidad financiera permitió al club realizar una gran reestructuración en la plantilla, con los fichajes de Jean Marc Jaumin, el barcelonista Xavi Fernández, el croata Veljko Mrsic y pívots del nivel de Richard Petruska y Jean Jacques Conceiçao.

Y desde el primer año de Maljkovic en Málaga se notó la «mano» del histórico entrenador. El equipo se sintió muy cómodo en la Copa Korac (ahora Eurocup), la segunda competición continental. El Unicaja se proclamó campeón de su grupo, con cuatro victorias y dos derrotas, quedando por delante del Rimini italiano, el Telindus Mons belga y el Bayer Leverkusen alemán.

El Unicaja se emparejó en los octavos de final con el Galatasaray turco. Rival complicado, aunque la ventaja de pista fue letal. Los verdes perdieron en Estambul por tres puntos (67-64) y luego lograron rehacerse y eliminar al equipo de Kerem Tunceri y Ben Handlogten con un contundente 86-68, gracias a los 22 puntos de Jaumin.

Ciudad Jardín respiraba de nuevo aires de grandeza. Era finales de enero y, aunque el paso por la Copa del Rey dejó al Unicaja fuera de combate a las primeras de cambio ante el Pamesa (74-53), la Korac traía las mejores noticias posibles. En los cuartos, esperaba el Maroussi griego, al que se ganó en los dos enfrentamientos, tanto en Málaga (77-58), como en Atenas, por 60-63. Y a las puertas de la gran final aguardaba el Estudiantes, en unas semifinales que ya son historia del básket malagueño.

El vetusto pabellón, con 5.000 almas en las gradas, albergó el primer encuentro, con victoria cajista por 85-72, en un gran partido de todo el equipo: Mrsic (22 puntos), Conceiçao (14), Jaumin (14), Marcaccini (11) y Petruska (10). En el Estudiantes, el mejor fue un nombre muy conocido por la «marea verde», Carlos Jiménez, con 13 puntos y 17 de valoración. En la vuelta, en Madrid, el «Estu» trasladó al partido a la ratonera de Magariños, donde se vivió un ambiente tremendo y ganó el partido (53-47), pero el Unicaja defendió su renta, plantándose en la gran final. Hubo fiesta por todo lo alto. Merecida.

Y llegó la final. La primera del equipo y del club en Europa. Un acontecimiento histórico para la ciudad y para toda Málaga. El Unicaja de Boza Maljkovic ante el Limoges de Dusko Ivanovic. Maestro contra alumno. Maljkovic, campeón de la Copa de Europa con el Limoges, ante su pasado y contra Ivanovic, al que entrenó en la mítica Jugoplastika de Split. Todos los alicientes, fuera y dentro de la pista, donde esperaba un «demonio» llamado Marcus Brown. Con esta palabra lo definió años después Fred Weis, que también militaba en ese Limoges, y que luego fichó por el equipo cajista, como también ocurrió con Brown. «Jugar una final y no ganarla es como ir a Roma y no ver al Papa», llegó a decir el jugador franquicia del Unicaja, Mrsic.

El primer choque de la finalísima, también a doble partido, se disputó en la lluviosa ciudad francesa. Con apenas 140.000 habitantes, Limoges, al sur de París y en el centro de Francia, había pasado a los anales del básket por ese baloncesto pausado y lento, agotando los 30 segundos de posesión, con el que Maljkovic le hizo campeón. Y en el primer envite atropelló a un Unicaja al que le pudieron los acontecimientos: 80-58. Marcus Brown jugó los 40 minutos y acabó con 31 puntos y 34 de valoración.

En la vuelta, Málaga se movilizó. «22+1» era la leyenda de los miles de carteles que se fabricaron. Indicaba la diferencia por la que se había perdido en la ida (80-58) y ese punto que se necesitaba para levantar la gran final. Y Málaga soñó con el milagro. Maljkovic puso a Dani Romero como perro de presa con Marcus Brown y el Unicaja salió a pista lanzado (18-5). El Unicaja estaba muy acertado desde la línea de 6,25 metros y con uno del italiano Giancarlo Marcaccini y un tiro libre de Brian Sallier todo parecía posible (43-29). El equipo llegó a remontar 14 de esos 22 puntos. Rozó el milagro. Pero en la segunda parte, el Unicaja no compitió, le pudo la presión y el Limoges recuperó su renta. Al final, 60-51. El Unicaja ganó la Korac de 2001. Pero tiene una cuenta pendiente con el Limoges. Desde entonces, el club galo no se ha cruzado con el equipo verde. El viernes habrá cuentas pendientes en la pista.