El Unicaja hizo anoche lo que ningún equipo, ni de España ni de Europa ni del universo FIBA, ha logrado en el último curso, en las cinco últimas competiciones disputadas. Derrotar al Real Madrid cuando hay un título asomando por la esquina, cuando en el palco no cabe un alfiler y se olisquea sangre en el horizonte. El Unicaja destrozó al Madrid, sin los lesionados Rudy y Taylor y tras cruzar el Atlántico. Pero con el Chacho Rodríguez, con Sergio Llull, con Carroll, con Ayón, con Maciulis, con Felipe Reyes... O sea, con la armadura y la espada del que ha sido campeón de todo lo ganable el curso 2014/15. Y con Pablo Laso en el banquillo, por supuesto. El Unicaja fue capaz de destronar a ese rey con corona y con dominios allende los mares. Un Unicaja pletórico, descomunal, agresivo, intrépido, ilusionante y, especialmente, cambiante. Joan Plaza dijo en la previa que ojalá el Coyote (Unicaja) atrapara alguna vez al Correcaminos (Madrid y Barça). El Unicaja le echó el guante anoche, le atrapó. Pero más que Coyote (no seré yo quien desautorice la comparación de Plaza), a mí el Unicaja me pareció un camaleón.

Se disfrazó al principio de lindo corderito (2-10), engañó a su presa y sacó mordisco tras mordisco (31-23) para dar un arreón en el tercer cuarto definitivo y decisivo: 72-52. Jugó el equipo costasoleño con una cantidad de variantes sensacional, que nos hace ver los muchos recursos que atesora esta plantilla, con tantas opciones diferentes, todas muy atractivas. El Unicaja jugó con dos bases juntos, con dos pívots, con dos «cuatro y medio», con equipos todos diferentes, algunos raros, pero todos muy eficaces, que hicieron un trabajo maravilloso, en defensa y ataque.

El Unicaja se disfrazó de lo que le interesó en cada momento. Acertadísimo en el tiro (13 de 27 en triples, un 48%), duro en la zona, yendo al rebote como lobos (36 rebotes, con 16 en ataque), hipnotizando al Madrid, repartiendo asistencias y ganándole en lo físico y en lo psicológico al campeón de la Intercontinental, al campeón de Europa, al campeón de la ACB, al campeón de la Copa del Rey y al todavía campeón de la Supercopa. El Unicaja fue muy superior al Madrid. Muchísimo. El 94-79 es un fiel reflejo de lo que ocurrió en la pista. Con dos equipos a un nivel muy diferente. Cada uno aportó cuando estuvo en pista. Plaza rotó, controló el partido, enloqueció a Laso y atrapó al «Correcaminos».

Y eso que el arranque asustó. Pero se rehizo rápido el Unicaja de su mala salida, con dos pérdidas tontas y tres faltas muy rápidas. El Madrid amenazó con irse desde casi el salto inicial: 2-10. Pero no iba a permitirlo el Unicaja. Plaza movió el banquillo y encontró un quinteto más eficaz, atrás y ante el aro rival. La inspiración de Will Thomas desde el triple abrió la veda. Se sintió el Unicaja muy cómodo desde la línea de 6.75 metros (7 de 14 al descanso y el 48% a la conclusión), especialmente en el segundo cuarto. Antes de eso, el Unicaja ya había elevado su listón defensivo. Y eso le permitió correr. Un parcial de 13-0 (de 4-12 a 17-12) evidenció que el equipo iba en serio. Y la pareja Nedovic-Kuzminskas hizo el resto. Serbio y lituano flotaron sobre el parqué.

El Carpena vivió los primeros momentos dulces de la temporada. El Unicaja se creció con una defensa impecable, estuvo pletórico y levantó al Carpena de sus asientos. Se gustó el equipo malagueño, y el Madrid buceó en aguas turbulentas, donde no está demasiado acostumbrado. Para este tipo de partidos quería Plaza meter músculo en su plantilla. La batalla física fue para los cajistas, y sólo el «Chacho» Rodríguez, con tres triples, y el sempiterno Felipe Reyes (14 puntos al descanso), mantuvieron con vida al Madrid. El Unicaja llegó a mandar por 14 de renta (46-32), y el encuentro llegó al intermedio con 46-37. El Madrid seguía vivo. Y el Unicaja lo sabía. El paso de vestuarios trajo una ovación de lujo a los «12» que, junto a Sergio Scariolo y los malagueños Ángel Sánchez Cañete y Carlos Salas, nos han hecho campeones de Europa en el Eurobásket.

Plaza apostó tras la salida por un quinteto muy pequeño, con Thomas como «cinco» y Suárez de «cuatro». Quería ir a la guerra, ser muy agresivo en defensa, ir a por cada rebote como si fuera la vida en ello. Y lo logró, con un Unicaja luchador hasta el límite, que hizo desesperarse a Laso en el banquillo: 53-39, a 6:40. Hendrix puso en pie al Carpena tras una canasta de pillo tras error en el tiro libre de Germán Gabriel y un taponazo sensacional a Llull. Laso trató de campear el temporal con una defensa zonal, con cuatro jugadores en zona y un quinto defendiendo en individual por fuera (Rodríguez, primero; y Carroll, después). Pero el Unicaja la atacó metiendo balones dentro y penetrando. La portentosa exhibición cajista le llevó a irse en el electrónico y llegar hasta los 20 puntos: 70-50. Dani Díez dio un empujoncito y luego otro Hendrix, colosal en los dos aros. 72-52. Con este marcador se llegó al final del tercer parcial. Carroll amagó (85-72) y la reacción de Plaza fue poner a Nedovic y Markovic, con un tirador como Smith, y dos pívots pequeños, como Thomas y Hendrix. Y fue Thomas el que sacó rédito a ese cinco tan «raro», con un triple y otra canasta de dos puntos: 90-72. Al final, el reseñado 94-79. Y todo listo para una final hoy de campanillas, ante el FC Barcelona, a las 19.00 horas.

El Unicaja jugará su segunda final de Supercopa, un título que jamás ha levantado. Y lo hará con el aliciente de saber que jamás ha conquistado un título en casa. Hoy lo tiene a 40 minutos.