­Les podría hablar de lo inexplicable de los tiros libres. De que si hubiesen entrado los nueve que se fallaron, el Unicaja habría llegado al final del partido con sus opciones intactas. También podríamos ahondar en eso de que al equipo le falta un líder, le falta uno tío -o dos o tres...- con carácter, con esos genes innatos. Podría contarles mil cosas. Pero al fin y al cabo todas ésas sonarían a excusas. Les estaría engañando. El Valencia demostró ayer que es mucho mejor equipo que el Unicaja. Que si el partido hubiese durado 50 minutos, el resultado no habría cambiado. Que, a día de hoy, al menos, no hay parangón entre unos y otros. Eso es, a fin de cuentas, lo único incuestionable.

Por momentos de forma, por sensaciones, por acierto, por intensidad... por todo. Pedro Martínez ha montado una orquesta cojonuda. Y la de Joan Plaza desafina por todos lados. No puedes llevar a este equipo a la ópera porque sabes que alguno la va a pifiar, que no hay armonía ni sintonía. Que algo falla. Que algo chirría. Desde muy adentro. Que tras cuatro meses largos de ensayos y conciertos, esta banda no es fiable. Cuando no la pifia el base es el alero y si no al pívot se lo comen por sopas. Por contra, da gusto ver jugar a este Valencia. Los taronja se pasan realmente bien la bola, con una velocidad tremenda. Suceden cosas cuando el Valencia tiene el balón. Hay bloqueos directos, cortes que se aprovechan, bloqueos ciegos. Y eso proporciona tiros liberados, balones dentro, acciones de dos contra dos, alley oops... A los de naranja se les ve felices, liberados, comprometidos y convencidos de lo que tienen que hacer. A los de verde, sin embargo, se les ve muy lejos de esa música maravillosa. Parecía que ayer tenían delante un marrón, no una oportunidad de reivindicarse, de mostrarse, de acercarse a la Copa del Rey. Es más una guerra individual. Cada uno a lo suyo. Uno con el trombón y otro con la trompeta.

Existe menos organización en el Unicaja. Menos liderazgo. Lo primero no había el pasado curso. Lo segundo, tampoco. Todo eso se ha perdido en esta campaña. Este verano se decidió cortar por lo sano. Seis cambios en la plantilla. Resulta ya incuestionable los errores en la confección de este plantel. Los motivos han quedado ya ampliamente explicados en los últimos meses. Y, de lo que se ha quedado, hay cosas que chirrían. A mí, qué quieren que les diga, me siguen doliendo los ojos viendo al mejor alero de la ACB del pasado curso tratando de saber a qué debe jugar este año como «cuatro». Esperemos que cuando acabe el curso todas las piezas encajen. De lo contrario...

Al Unicaja de Joan Plaza se le vio ayer de nuevo superado. A su plantilla, sin recursos. Y eso que tiene a 12 jugadores para rotar. Uno se fue y se fichó a Cooley. Otro se ha lesionado y a los cinco días estaba aquí Nelson. Lo de ayer en Valencia fue una exhibición de impotencia. Con todas las letras. Me contaban anoche que alguno estaba medio contento porque al menos se había «competido». Que no se perdió la cara del partido, como sucedió en Las Palmas. Si esa es la identidad del Unicaja, si el mensaje que se lanza es ése, es que la situación es mucho peor de la que todos nos temíamos.

Otra dimensión. Valencia está hoy en día en otra dimensión. Su condición de invicto en la Liga Endesa, con 14 de 14 desde anoche, es el fiel reflejo de su momento. El Unicaja sigue sin encontrarse, está lejos de lo esperado, fuera del momento que se le esperaba ya metidos en el mes de enero. Y el Unicaja, por el momento fuera de la Copa del Rey, no puede permitirse quedarse fuera del torneo de La Coruña. Sería un batacazo muy serio. Un fracaso en toda regla.

Al equipo se le vio ayer inferior casi desde el salto inicial. Y, cuando acabó el partido, lo mejor fue el resultado. Perder por sólo 11 puntos (81-70), cuando la superioridad, la sensación de que ellos habían sido mucho mejores, era tan evidente, ayuda a no tirar la toalla. Valencia fue mejor de principio a fin. Desde que San Emeterio tomó la batuta. Y es que tienen lesionado a Van Rossom -su base titular- y al excajista Jon Stefansson... Pero ni con esas. En el Unicaja cada uno lo intentó por su cuenta. Smith, con 24 puntos, fue de lo único salvable. Pero no es cuestión de hablar de uno, sino del todo. Y ahí el Unicaja fue muy poquita cosa comparado con su rival.

El Valencia siempre encontró un pase, una situación favorable, una asistencia o un alley oop tras un bloqueo ciego. Cuando cargó el balón dentro, Dubljevic se cenó a Hendrix. Y sólo encontró rival con Cooley, al que se le ha fichado para, por lo visto, llevar las maletas. A pesar del mal momento de Fran, que sigue sin aparecer.

Nedovic estuvo incomodísimo de base y, cuando fue escorado al puesto de «dos», ya estaba fuera del partido. Plaza no confió ni en Alberto ni en Dani Díez, y el resto no respondió a las expectativas. Fallando nueve tiros libres es imposible competir allí. Por mucho que en la segunda parte el partido se igualase (35-35). Hay que tener algo claro: si ese «empate» va a ser la excusa, el mensaje o el comienzo de la recuperación, apaga y vámonos.