En una semana muy especial, con un trascendental doble enfrentamiento contra Valencia convertido en nuestro rival más enconado, quiero recordar a la pareja que lideró el ambicioso proyecto que se construía a orillas del Turia en la década de los 90. Disponer del patrocinio de la empresa azulejera Pamesa Cerámica, junto a la constante inyección económica de la familia Roig, iba a colocar al conjunto valenciano en condiciones de alcanzar la zona noble de la ACB.

Llegó la Copa del Rey del 98 y la inesperada victoria del Pamesa Valencia se convirtió en un hito histórico. Por primera vez un equipo equipo debutante en la fase final se alzaba con el trofeo copero. Bajo las órdenes del experimentado entrenador balcánico Miki Vukovic, el liderazgo recaía en un dúo compuesto por Nacho Rodilla (elegido MVP del torneo) y Víctor Luengo. Puro ADN levantino. Rodilla y Luengo hicieron historia en el conjunto taronja durante una década prolija en éxitos deportivos. Con unas plantillas cada vez más llena de jugadores foráneos, tras la consolidación del tercer extranjero y la apertura de fronteras que provocó la «Ley Bosman», contar con referentes nacionales de categoría permitía mitigar la tan traída falta de identificación de la afición con las plantillas de la ACB.

Nacho Rodilla actuaba como mariscal de campo. Base alto (1,92 metros), dirigía con temple y acierto a sus compañeros. No destacaba por ser un gran tirador, ni por su velocidad, siendo la eficacia y la seguridad sus mejores valores, además de ser un muy buen reboteador y asistente. Titular indiscutible y pilar del proyecto, suscribió un contrato vitalicio con su equipo de siempre que incluía una cláusula de rescisión mareante. Rodilla alcanzó la internacionalidad (medalla de bronce en el Europeo de Francia del 99) pero se marchó de forma convulsa y por la puerta de atrás, lastrado por las lesiones, para terminar su carrera en la Lega italiana.

Su compañero de correrías era Víctor Luengo, el jugador que mejor refleja el lema que luce el Valencia Basket en su camiseta en las últimas temporadas, «Cultura del Esfuerzo». Víctor era el prototipo de escolta multiusos, una garantía para cualquier entrenador, todo talento y casta, que siempre complementaba a las mil maravillas al base de Lliria. Jugador incisivo en las entradas a canasta, con un fiable lanzamiento desde el 6,75 y sobre todo, el defensor más capacitado para parar al anotador estrella de los rivales. Tras sus retiradas, Nacho y Víctor han seguido ligados al mundo del baloncesto. Luengo continúa en el club de su vida como responsable de marketing del equipo ché. Por su parte, Rodilla se mantiene más cerca de las canastas convertido en el coordinador de los equipos de cantera del Baloncesto Fuenlabrada.

Más allá de su labor profesional, el detalle más bonito para la afición valenciana, al igual que se hizo con nuestro capitán Berni, es reconocer su vinculación con el Valencia Basket. Primero, se les homenajeó con la izada de dorsales (11 y 15) al techo de la Fuente de San Luis y en la reciente inauguración de L´Alqueria (modernísima instalación donde entrenan los equipos inferiores del club taronja) las pistas 1 y 2 se han bautizado como «Víctor Luengo» y «Nacho Rodilla».