La presidenta andaluza, Susana Díaz, anunció ayer su retirada de la carrera para suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba en una decisión que dejó descolocado a buena parte del PSOE y que algunos socialistas se apresuraron a achacar al miedo a no salir airosa de la consulta a las bases.

Una competición a la que ella nunca se presentó formalmente, pero en la que todos la esperaban. Algunos, incluso, con bastante impaciencia, como la decena de barones del partido que habían apostado claramente por su candidatura y que ahora están con el pie cambiado.

Era un secreto a voces en círculos del PSOE que Eduardo Madina y Pedro Sánchez estaban recibiendo presiones para no presentarse, después de que la mayor parte de los barones territoriales proclamaran a los cuatro vientos que querían a Díaz de secretaria general.

Veían en ella a la persona idónea para hacerse con las riendas del partido en un momento tan convulso como el que atraviesa ahora, sin experimentos inciertos, y para ello esgrimían su fortaleza institucional, su victoria en las europeas y el haber sabido cerrar heridas en el PSOE-A.

Detrás de estos dirigentes territoriales se ha hablado incluso de los expresidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, así como de otros históricos como José Blanco y José Bono, pero las maniobras no cuajaron y este fin de semana Madina trasladó el mensaje de que no pensaba «abdicar». No en vano, era quien más se había empleado para que la dirección federal admitiera que fueran los 200.000 militantes los que eligieran al secretario general, hasta el punto de sostener que si se hacía ese congreso abierto, él se presentaría.

Con ese escenario, y con el añadido de la dificultad de compaginar la presidencia de la Junta con la secretaría general del PSOE si salía elegida, Díaz ha preferido refugiarse en Andalucía.

La presidenta, según la lectura de muchos dirigentes socialistas, no ha querido arriesgarse a que le pasara lo mismo que a Joaquín Almunia cuando en 1998 se enfrentó con toda la maquinaria del «aparato» de Ferraz a Josep Borrell en las primarias. Y perdió.

Su paso atrás supone un impulso a las candidaturas de Madina y Sánchez, teniendo en cuenta que el aspirante de Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias, tiene pocas opciones, y la exministra Carme Chacón renunció a la batalla hace una semana. Hay voces, además, que apuntan al secretario general de los socialistas valencianos, Ximo Puig, como otro de los posibles aspirantes. Éste contaría con el beneplácito de algunos de los barones e incluso de la propia Díaz, quien el lunes habría llamado a Puig para anunciarle su intención de no optar a la secretaría general del partido.

Ya desde el primer minuto, la presidenta había dicho que su prioridad era Andalucía y en la mañana de ayer confirmaba lo que sólo conocían sus más cercanos: que no optará a liderar el PSOE en el congreso del 26 y 27 de julio, previa consulta con los militantes el 13 de ese mismo mes.

«Mi lugar es éste, aquí, y como puedo aportar a Andalucía, por supuesto a España y a la política es cumpliendo con mi palabra y con los ciudadanos, y reforzando el vínculo de la presidenta de la Junta de Andalucía con la mayoría de los andaluces», argumentó.

Susana Díaz, que aduce que quiere darle «prestigio» a la política en un momento en el que se quiere poner en cuestión el sistema, hizo también autocrítica, y se preguntó si los socialistas se han enterado «de lo que ha pasado» en las elecciones europeas tras obtener los peores resultados de la democracia. «Llevamos varias semanas mirándonos el ombligo y hablando de nosotros, no de lo que le preocupa a la gente», avisó la presidenta, que se declaró de «una casta de fontaneros», en alusión al trabajo de su padre y a las críticas del líder de Podemos, Pablo Iglesias, a la «casta» política.

La mayor parte de las federaciones del PSOE, entre ellas muchas de las que más habían apostado por su candidatura como País Vasco, Madrid, Comunidad Valenciana, Aragón, Murcia y Canarias, mostraron ayer su respeto por la decisión de Díaz, aunque algunos no ocultaron su pesar.

Susana Díaz indicó que tampoco quiere estar en la próxima ejecutiva federal, sea quien sea el líder, y la nueva incógnita es saber si estará o no en las primarias abiertas para elegir al candidato socialista a la Moncloa.