Louise Bourgeois se identificaba con la araña que, a la postre, hizo que trascendiera los márgenes de los 'conoisseurs' del arte para habitar ese terreno de la cultura casi popular, poblada por autores que ya son icónicos. La francesa, como el arácnido que tejió con paciencia, mimo y eficacia matemática telas para sostenerse a sí misma y a los suyos, elaboró durante más de siete décadas obras en todo tipo de soportes y formatos para sobrevivir, comprenderse y, al final, encontrar un equilibrio vital. Ése es precisamente el corazón de "He estado en el infierno y he vuelto", la exposición que el Museo Picasso Málaga ha dedicado a la franco-norteamericana y que ha presentado esta mañana. Bourgeois se suma así a la selecta lista de mujeres cuya obra ha sido expuesta, analizada y debatida por la pinacoteca malagueña, y hasta ahora compuesta por Sophie Taeuber-Arp y Hilma Af Klint.

La exhibición, ideada y organizada por el Modern Museet de Estocolmo -precisamente la institución que nos descubrió a Af Klint-, es el espejo retrovisor más completo y exhaustivo sobre la obra de Bourgeois en nuestro país, con un extra suculento: casi un tercio del centenar de piezas expuestas no han sido vistas hasta ahora. Todo para narrar el viaje de esa joven francesa que emigró a Nueva York por su matrimonio con el profesor de arte Robert Goldwater -por cierto, Picasso jugó un papel destacado en el encuentro de ambos: Goldwater visitó la tienda de estampados de Bourgeois para comprar una selección de estampados del malagueños; ahí se enamoraron-; se convirtió en una artista que compaginaba sus labores como madre y ama de casa, exploró las tensiones entre la familia y la creación, afrontó los traumas de su infancia y adolescencia y finalizó encontrando un lugar propio, de reconciliación consigo misma y sus alrededores.

El trayecto, dividido en nueve salas temáticas -organizadas a partir de conceptos como soledad, trauma, fragilidad, relaciones...- está jalonado por dibujos de niñas que huyen, familias de cabezas colgadas boca abajo, punching balls que sirven para el desahogo y el refugio -la dualidad inherente a la obra de la francesa-, armarios para confesar secretos, celdas donde poder vivir o esconderse, esculturas en perpetuo escorzo imposible.

"Cuando pensamos en montar esta exposición, enseguida nos preguntamos: ¿Qué podemos mostrar de nuevo de una artista tan famosa y con tanta trayectoria?", ha recordado Iris Müller-Westermann, comisaria de la muestra al ser preguntada por la génesis de "He estado en el infierno y he vuelto". La respuesta que se dio a sí misma entonces: "Más que hacer un repaso cronológico de su obra, queríamos mostrar todo ese arco de temas, formatos, géneros y materiales, ese conjunto de piezas con las que trató de cumplir su misión: hacer que la mujer pasara de ser objeto a sujeto en el arte". De musa e inspiración, a autora y creadora. Y es que aunque Louise Bourgeois no quería ser bandera feminista, resulta inevitable no hablar de ella en términos icónicos en estos asuntos -y es que, por ejemplo, hablamos de la primera mujer que protagonizó una exposición individual en el Moma-.

En el patio del Palacio de Buenavista se ha instalado una de las espectaculares arañas de la expresionista. "No soy lo que soy; soy lo que hago con mis manos". Si una araña pudiera hablar, si pudiera interrogársele por su esencia como ser, seguramente respondería algo así, pero son palabras de Louise Bourgeois. Y el Museo Picasso Málaga expone un importante stock de piezas que retratan a una mujer que supo habitar en el dolor de "no tener una manera absolutamente definitiva" de expresarse a sí misma y que jamás, ni siquiera a los 98 años, edad a la que falleció, dejó de ser "esa chica que trataba de entenderse a sí misma".